Yamile David
@YamileDG
Mujeres y hombres hemos desempeñado roles ‘claros’ durante siglos. Algunos de esos roles con el paso del tiempo han cambiado y algunos otros los vamos cuestionando. Hoy escuchamos todo el tiempo el concepto de ‘empoderamiento’, medida positiva que se adoptó en 1995 en el marco de la IV Conferencia Mundial de las mujeres en Beijing, demostrando que la adquisición, actuación y control de poder por parte de las mujeres es un proceso de doble dirección que promueve cambios tanto a nivel individual como colectivo, es decir, que por fin se nos dota del potencial de ser parte, de opinar, incidir y trascender en una sociedad, abriendo nuestras posibilidades (para quien las quiera) más allá de la cocina y los niños, para nuestra recreación, desarrollo y entretenimiento.
Aunque todavía quedan muchos espacios por ganar y proyectos por hacer para las mujeres, estamos enfocando todo nuestro esfuerzo en su desarrollo integral, pero se nos olvida algo (pequeño detalle): los hombres.
Pareciera que hoy estamos luchando y construyendo por separado. Nos necesitamos, pero desconfiamos. Nos atraemos, pero nos repelemos. Nos amamos, pero nos tememos; es justo por este reajuste de roles y estereotipos que estamos teniendo. No logramos encontrar nuestro lugar, y eso es bueno. A veces hay que destruir para poder comenzar de cero.
Simone de Beauvoir, en su obra de 1949, ‘El segundo sexo’, decía que lo que se entiende por mujer (eso es: su rol, su comportamiento y sus características) es principalmente un constructo cultural. Las mujeres son como son porque no han tenido la libertad de definirse más allá de los roles asignados por la cultura patriarcal, pero lo que no hemos visibilizado es que al hombre le sucede exactamente lo mismo: nunca ha sido libre de definirse de manera individual, ha cargado siempre con el estereotipo del proveedor, del fuerte, el protector, el insensible, el que no está en contacto con sus emociones, y en el menor intento de asomarse alguna, la adormecen con placebos: el alcohol, el trabajo, el deporte extremo y el sexo.
Corríjame si me equivoco, pero hoy muchos hombres se sienten desconcertados; prácticas y hábitos que eran normalizados hoy están siendo severamente cuestionados, denunciados. En algunos casos, el control que se ejercía a través del dinero se ha ido debilitando a la vez que la mujer va siendo cada vez más independiente económicamente.
¿Entonces? Pues nada, que nos enfrentamos a una paradoja: hombres y mujeres seguimos cargando con tales losas de estereotipos y eso nos aleja de la oportunidad de conocernos realmente, de conectar con lo que verdaderamente nos apasiona, con lo que hace vibrar el espíritu y nos motiva a despertar cada día en este mundo.
Debemos de impulsar medidas y acciones que nos permitan a ambos géneros vivir en plenitud. Quitarnos la idea del ‘deber ser’ para una persona o una relación. Conectar con lo que nos hace felices a nosotros mismos y al otro. Construir de cero nuestro autoconcepto y las dinámicas sociales, las relaciones.
Hombres, dense la oportunidad de salir de esa casilla, de escucharse a profundidad y de conectar con sus emociones. No, hablar de ello no es debilidad; es crecimiento. Vayan desprendiéndose poco a poco de ese disfraz machista y descubran al ser humano que hay debajo de él. Hablen.
Es demasiada la presión social del ‘éxito’ personal y profesional (para hombres y mujeres).
Éxito es ser feliz, éxito es ser honesto, éxito es ser libre… éxito es ser quienes somos.