Juan Carlos Sámano U. /El segundo aviso
En estos días en los que se pretende humanizar a los animales y deshumanizar a los seres humanos, vamos a plantear algunos aspectos relacionados con la Fiesta de los Toros y algunos otros puntos, que aunados al ya citado, están tratando de acabar a como dé lugar con este espectáculo.
Iniciamos poniendo en contexto el significado de la llamada “fiesta brava” para los realmente aficionados. La Tauromaquia proviene de una antigua y milenaria relación entre el Toro y el Hombre, relación que ha tenido sus vínculos religiosos, culturales, como medio de supervivencia y hasta como simbología de virilidad, fuerza y hombría.
A través de los años la tauromaquia fue evolucionando hasta convertirse un ritual, en donde el hombre y la bestia se envuelven en una danza de vida y muerte, el hombre aportando su valor y su inteligencia y el toro su bravura y su fuerza, pero ambos dispuestos a perder la vida en el albero, y así, darle verdad y trascendencia a esta fiesta. Esto definitivamente no es comprendido por muchas personas, las cuales la consideran un espectáculo cruel y ventajoso, y sobre todo no apto para menores de edad.
Esta situación ha tocado fondo en varias ocasiones, tal es el caso de lo sucedido en Xico Veracruz hace un tiempo, cuando por órdenes de las Autoridades, fueron detenidos en pleno festejo los empresarios de esta plaza, bajo el cargo de “Corrupción de menores”. Esta situación es absurda y con tintes políticos, misma que ya se ha dado en otras ciudades sin que exista respuesta alguna por parte de los afectados. Otro detalle importante se dio también en la mismísima Feria de Pamplona, donde en alguna ocasión a la Autoridad se le ocurrió proponer que solamente se “corrieran los encierros” y se omitieran las corridas de toros vespertinas.
En este caso si hubo respuesta por parte de los Ganaderos, lo cual hizo que dicha Autoridad se retractara y como si no hubiera pasado nada procediera a presidir los citados festejos.
Por ello es necesario, entre otras cosas, que la fiesta se promueva y se difunda, que los que realmente comen de ella levanten la mano y que los que nos hacemos llamar “aficionados” lo seamos realmente, para con ello exigir una fiesta llena de verdad y con ello buscar que trascienda.