Javier Esquivel
El ofrecer respuestas oportunas a las preocupaciones, a los problemas, a los intereses y a las necesidades más urgentes de la población siempre había sido uno de los ejes fundamentales para articular una propuesta política sostenible y coherente sin importar si fueran o no tiempos electorales.
En la actualidad toda esa metodología parece quedó en el pasado o como letra muerta en los tratados de campaña y de comunicación profesional. Hoy más que nunca la comunicación de los partidos se ha roto con la ciudadanía.
Los partidos políticos al diseñar sus tácticas de información y persuasión han olvidado que el origen de su legitimidad tiene lugar en la representación de las más sentidas preocupaciones de la gente.
La disputa por el control corporativo de las millonarias prerrogativas de los partidos políticos y la imposición de figuras a modo en los congresos, en los gobiernos estatales y en los municipios para fines diferentes a la representación popular es la constante de la narrativa y batalla mediática.
La falta de cercanía y proximidad con su modelo actual de comunicación no solo les acentúa la desconfianza y la mala opinión de sus propios militantes y seguidores, sino también propicia que los tomadores de las decisiones propongan con más frecuencia en los ámbitos locales a candidatos sin la clase y calidad política necesaria para afrontar los retos.
Una vez ganada la elección por su popularidad y fama o impuestos por compadrazgo los resultados legislativos y de gobierno de personajes sin la solvencia y capacidad de articular una propuesta real y efectiva son evidentes: un desastre.
El no tener la altura requerida y un modelo integral de comunicación junto con sus partidos para gobernar ha traído consecuencias serias como: la reiterada y pronunciada desaprobación de gobierno, altos niveles de percepción de inseguridad, de ineficiencia gubernamental y mal gobierno.
A pesar de ello, lo poco que ofertan hoy los partidos políticos a la sociedad carece de interés, es aburrido y no interesa a la población por la simple razón de carecer de credibilidad. Los partidos hoy se han quedado sin una propuesta electoral que realmente beneficie a las mayorías o minorías que representan.
La promesa propagandística partidista en México generalmente está acompañada de una profunda rivalidad contra el gobierno, con el presidente, con la cuarta transformación, contra las instituciones autónomas, contra los medios de comunicación. Todos contra todos y contra todo lo que no sea a semejanza de los que toman las decisiones en las cúpulas partidistas.
No hay anuncio publicitario o declaración mediática en la que no se mencione o se ataque al contrincante. La narrativa en la que sustentan su comunicación está muy presente el factor de la autovictimización, el de culpar al régimen, al pasado o a los rivales.
Olvidan que un mensaje de oposición sin propuesta solo es un pleito y una confrontación sin solución, al igual que desatienden que una oferta de continuidad debe tener sustento con base en indicadores de buen gobierno.
El relato de los partidos políticos podría ser considerado parte de un guion en el que se acentúan las disputas y las afrentas personales. Lejos están de separar la disputa y la afrenta personal y de tener la capacidad de comunicar que sus acciones son para dar un mejor destino a la gente y construir un futuro del país.
La comunicación partidista es cada vez más distante de toda credibilidad en razón de que ellos mismos, los dirigentes partidistas, están llenos de incertidumbre, desconocen su propio destino político y por ende de sus partidos y los cada vez menos militantes.
@javoesquivel