Miriam Martínez Rosillo
El asfalto de las vialidades, las grandes planchas de concreto, las emisiones de los automóviles e industrias, las construcciones, entre muchos otros elementos, elevan la temperatura del ambiente volviendo a las ciudades espacios calientes, sofocantes, incómodos y generando lo que se conoce como efecto isla de calor. La falta o insuficiencia de espacios verdes y de vegetación agravan este problema; sin embargo, nos hacen falta grandes extensiones de áreas arboladas para abonar a solucionarlo, pues cualquier pequeño espacio verde es capaz de modificar el microclima a su alrededor disminuyendo la temperatura ambiental y regulando la humedad, generando así un entorno mucho más fresco.
Un árbol, un pequeño jardín, un muro verde, un roofgarden con plantas o una glorieta arbolada, ayudan a moderar el clima de las ciudades. La suma de toda esta vegetación aligera el paso del sol al suelo y lo refresca; no sólo eso, sino que tiene un papel muy importante en el saneamiento del aire mediante su proceso de fotosíntesis absorbiendo y convirtiendo el CO2 que emitimos en oxígeno. Además, la vegetación forma parte esencial del ciclo del agua mediante la evotranspiración, que es la evaporación del agua desde las hojas hacia la atmósfera y que después se convierte en lluvia.
Por lo tanto, mientras más superficies verdes desarrollemos en nuestras ciudades, por pequeñas que estas parezcan, ayudaremos a mejorar el clima, a respirar aire más limpio y a mejorar nuestra calidad de vida en la ciudad.
MT