Alejandro Gutiérrez Balboa
Hace un año, miles de cubanos salieron a las calles a protestar por las críticas condiciones de vida que padecen, por el férreo control policiaco y por la total falta de apertura del régimen, luego de 6 décadas de haber tomado el poder. Fueron las primeras protestas masivas y espontáneas contra el régimen.
El resultado no puede ser más ominoso a un año: centenares de manifestantes, muchos de ellos menores de edad, se encuentran encarcelados, han sido torturados y enfrentan condenas larguísimas y desproporcionadas a las supuestas “faltas” cometidas, mientras que decenas de miles han optado por emigrar para escapar de la miseria que cada día empeora y que se agudizó desde los años 90s con la caída del bloque soviético.
La oleada de cubanos que intentan escapar de la represión del régimen se ha disparado y es la mayor en cuatro décadas. Han reaparecido las personas que a bordo de lanchas precarias o de llantas se aventuran por las peligrosas aguas que las separan de Florida, para ellos la tierra prometida.
Desde luego, la tiranía cubana acusa del fracaso de su gestión al “bloqueo” norteamericano, a la recesión mundial y a la pandemia, en lo que le hacen eco sus simpatizantes alrededor de varios países.
Lejos de denunciar a la dictadura cubana en los foros internacionales, de exigir un alto a la represión a las más elementales libertades, de pedir la libertad de los encarcelados y castigar a sus torturadores, los gobiernos como el mexicano, le siguen apoyando y hasta financiando, con la llegada de los trabajadores semi esclavos con disfraz de médicos y que absolutamente nada aportan a la salud de los mexicanos.
Ciertamente que el temor de los tiranos y sus apoyadores es que en Cuba pueda ocurrir un fenómeno como el de Sri Lanka, en el que el cansado pueblo finalmente logró derribar una dictadura similar a la cubana. Pero resulta no sólo censurable sino, a vistas de lo que ocurre en Cuba, hasta criminal, el que personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Beatriz Paredes, Mario Delgado, Carlos Sotelo o Zoé Robledo, unidos a personajes tan cuestionables como Alejandro Rodríguez Zapatero, Irene Montero, Evo Morales o Lula da Silva, se erijan como el escudo que defiende y perpetúa la tiranía y la total ausencia de libertad en el sufrido y vejado pueblo cubano.