Alejandro Gutiérrez Balboa
La hoy famosa determinación Roe vs Wade ocurrió en 1973 y determinó que la mujer tenía libertad y derecho a abortar, de acuerdo con la Constitución de Estados Unidos. Esto provocó todo un movimiento promotor del aborto a nivel mundial.
El pasado viernes, la Suprema Corte norteamericana negó el acceso al aborto como derecho constitucional, dejando a cada uno de los estados la facultad de legislar sobre la materia.
Se pretende que la mayoría de la población está en favor del aborto, pero esto no es algo demostrable, ya que las mayores movilizaciones y protestas tradicionalmente han estado de parte de este sector; los opositores al aborto no suelen efectuar grandes manifestaciones ni escándalos, prefieren otros métodos de participación.
De igual manera, se politiza, se manosea y se distorsiona la decisión, alegando que es contraria al derecho a la salud reproductiva, que se impedirá el uso de métodos preventivos de la concepción y que se atacarán las uniones entre personas del mismo sexo. Esto puede ocurrir, pero no es una necesaria consecuencia.
El fondo del asunto es bien sencillo, pero muy profundo: si la vida humana inicia con la unión de los dos gametos o no. Si no es así, entonces es válido el aborto hasta que se inicie la vida humana, lo cual no han sido capaces de definir sus defensores; pero si la vida parte del primer cigoto, entonces se está matando un ser humano.
Quienes alegan defender la privacidad del cuerpo femenino (“es mi cuerpo, es mi decisión”) jamás reconocerán que la naturaleza coloca una vida diferente de la madre en su seno, para su protección y desarrollo. No estamos hablando de un órgano de la madre, sino de una nueva vida. Pero, adicionalmente, tampoco es su propiedad, como para disponer de ella a voluntad; como sea, la mitad del feto-embrión ha sido originado por el padre y a éste lo han dejado por completo fuera de la decisión de conservarlo o eliminarlo. No se trata, entonces, de una decisión ni individual ni privada, y esto está también en el centro de la discusión.
En fin, ciertamente se trata de toda una batalla cultural que, por la decisión de la Corte norteamericana, tendrá alcances planetarios que ya ha impactado, en una reacción en cadena, a todos los países, como ocurrió en 1973. Veremos el uso de todo lo disponible como armas: desinformación, propaganda e ideología.