Javier Esquivel
Ganar popularidad, conseguir aprobación de gobierno y obtener visibilidad en las encuestas de intención de voto para ocupar un cargo de elección popular es la meta y aspiración mayor de todo gobernante de la actualidad.
Con este modelo de comunicación han quedado de lado los indicadores clave de gobernabilidad y desarrollo como la seguridad pública e índices delictivos, la transparencia y rendición de cuentas, inversión, productividad, competitividad, la evaluación de políticas públicas y la generación de consensos que implica la satisfacción de la democracia.
Hoy pareciera que la propensión es generar el mayor número de actos públicos de gobierno en los que se puedan publicitar logros, acciones y gestiones sociales encaminadas a mejorar la percepción pública y ser más populares.
Las y los aspirantes a una gubernatura, a la reelección de sus alcaldías y curules saben que obtener buenos números en las mediciones, tipo encuesta, de su imagen pública y eficacia laboral es uno de los insumos clave de los líderes de sus partidos para la toma de decisiones para lograr sus metas a mediano plazo.
Por ello, la mayoría de ellas y ellos buscan amplificar su imagen en medios de comunicación y redes sociales con contenidos muy sencillos pero emocionales que no comprometan políticamente su actuar, pero olvidando las necesidades más urgentes de sus conciudadanos.
En el caso de las gobernadoras y gobernadores de la oposición existe una sana competencia por ocupar los primeros lugares de aprobación gubernamental para aumentar su capital político en la escena nacional y ser figura clave de pesos y contrapesos con otros actores políticos, incluyendo a los líderes empresariales.
Las y los pocos mandatarios del PAN y PRI saben que una percepción disminuida o mal calificada los haría parecer débiles y sin peso para ejercer liderazgo o negociar incluso con sus alcaldes, diputados locales y federales los asuntos estatales.
En el caso de las gobernadoras y gobernadores de Morena el reto es mayor. Las mandatarias estarán en el reflector y en la mira de los analistas para medir y comparar su desempeño. En una época en la que por mira vez habrá 9 gobernadoras, el éxito deseado sería que superaran a los mandatarios anteriores en todos los indicadores.
Por su parte los gobernadores de Morena están obligados a ser percibidos con notable desempeño por lo que implica el mito de gobierno por el que se acogen: La cuarta Transformación y la permanencia transexenal de su proyecto.
La estrategia de máxima publicidad de gobierno y legislativa que hoy siguen las y los actores políticos para conseguir sus objetivos a pesar de sus claroscuros es válida, pero camina en una línea muy delgada acorde a nuestro modelo de comunicación política.
El poner en marcha una campaña permanente enfocada al 100 por ciento para ser percibidos con buena opinión personal y como buenos gobernantes o legisladores tiene dos riesgos principales:
- Traspasar los límites legales de la promoción personalizada de los actores políticos y ser incluso sancionados con la descalificación de futuras contiendas electorales. Todas y todos están obligados, bajo los nuevos criterios del Tribunal Electoral, demostrar un modo honesto de vivir, es decir sin violar la ley.
- No tener la capacidad estratégica de reacción ante casos de emergencia y de crisis, y mantener a las y los gobernadores y a las personas que legislan alejados y distraídas de los verdaderos asuntos de importancia de sus localidades.
En los últimos años hemos sido testigos del profundo deterioro de gobiernos estatales y municipales en todos sus indicadores estratégicos de pobreza, seguridad alimentaria, desnutrición, precarización de la salud, pero con actores políticos sumamente populares.
El nuevo modelo de popularidad sobrepasa los indicadores clave, mediciones que fueron menospreciadas desde hace muchos años. Mucho habrá que cambiar a menos que queramos un país, gobiernos estatales y congresos locales llenos de personajes famosamente populares.
@Javoesquivel