Héctor Falcón Villa
En el cierre de la Concentración de producción y realización cinematográfica, mis estudiantes del Tec reflexionaban: el mundo laboral del cine es apasionante, pero normalizar que conlleve costos en la salud física y mental es cuestionable.
Recientemente dos actores perdieron la vida en un accidente automovilístico durante la producción de una serie para Netflix en Baja California Sur. Al parecer las condiciones laborales del rodaje eran precarias. Es probable que la tragedia haya sido consecuencia del cansancio acumulado del chófer del vehículo.
La seguridad en un set de filmación depende del profesionalismo y la preparación de sus responsables. Sin embargo, con frecuencia se observan situaciones de riesgo que deberían ser inaceptables: largas jornadas, pocas horas de descanso, presupuestos cortos en áreas clave y otras carencias.
A los cineastas nos gusta presentarnos como sobrevivientes de un rodaje en donde se logró hacer posible lo imposible. Es una narrativa romántica que mis estudiantes ya no aceptan.
En el audiovisual pareciera que siempre falta dinero y tiempo para cumplir con los compromisos de la producción y las demandas de los clientes. Con esa excusa la industria ha normalizado prácticas abusivas y poco éticas. Para las y los realizadores audiovisuales en formación es fundamental cuestionarlas.
Como comunidad de aprendizaje nos toca imaginar nuevos modelos y diseñar espacios de trabajo seguros y dignos para todas y todos. Hacer cine así debe ser posible.
MT