Juan Carlos Sámano/El segundo aviso
Dando continuidad a este controvertido tema, intentaremos llegar al porque de los constantes triunfos, mejores entradas y constantes peticiones de trofeos que se dan en las corridas de rejones en comparación con las corridas de a pie.
Ya enunciamos algunas diferencias existentes entre ambos tipos de toreo, sin embargo, y para entrar en tema, es importante recalcar que en ambas debe de existir tanto temple como transmisión. La transmisión no es otra cosa que en el tendido se pueda percibir el peligro, ese que te mantiene al filo de tu lugar, y el que a la larga, marcará la actuación del diestro. Y creo que en este punto está la clave de nuestro tema. La mayoría de los espectadores no perciben este punto, se dejan llevar más por las acrobacias y la pirotecnia que el caballo despliega en el ruedo y rematado todo esto con los exagerados aspavientos del rejoneador.
Eso es lo que realmente transmite, no se presta atención a la correcta ejecución del “Piaffe” o del “Passage” para perfilar al caballo y llamar la atención del toro. Observar un cambio de pié o si las banderillas fueron colocadas “al quiebro” o “al cuarteo” o la misma lidia en sí. Generalmente estos detalles pasan desapercibidos y suelen ser mucho más llamativas una “levada”, una “corveta” o “una cabriola”, las cuáles son siempre ejecutadas no estando en la cara del toro. Recordemos que al igual que en el toreo de a pié, se debe de desarrollar una lidia, y esta va en función a las condiciones del toro y a la capacidad del diestro para entenderla, y sobre ello se valora y premia su actuación.
Con esto no pretendo demeritar la actuación de rejoneadores ni mucho menos el arduo trabajo que hay detrás de una doma clásica. Simplemente se pretende mostrar lo que realmente es el rejoneo y evitar tardes triunfalistas que en nada aportan a la tauromaquia.
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