Roberto Mendoza
En nuestro país estrictamente no hemos tenido una guerra civil en más de un siglo, en las guerras mundiales no participamos activamente, somos un pueblo de paz, pero desde hace unas décadas vivimos en peligro constante por fuerzas fuera del orden. Criminales que se organizan y comienzan actividades que les beneficia y afectan a muchos, estos criminales en principio deberían ser combatidos por las fuerzas del Estado. ¿Es así?
Al principio los criminales eran miembros del lumpen social, personas pobres que se dieron cuenta que no podrían sobrevivir si no optaban por hacer actividades ilícitas, estas personas empezaron a corromper a la primera línea que los combatía, policías e investigadores locales que también notaron que sólo a través de cambiar sus actividades iban a poder lograr mejorar, no sólo su vida y su familia, sino su estatus social, esta primera línea comenzó a corromper a la segunda y así fue subiendo hasta llegar a las grandes elites políticas tanto locales como estatales incluso a las grandes esferas nacionales. Un ejemplo claro de esto, terminó en una crisis con la muerte de Enrique “Kiki” Camarena en la década de los 80, donde presuntamente participaron políticos que incluso hoy mismo, están en el poder.
Estos grupos han evolucionado en dos vías, la primera hacía negocios legales que dejan mayores ganancias y tienen menor riesgo, como la agricultura, imponiendo el precios a varios productos que se venden en todo el país, ejemplo de ello es el limón, el aguacate, cultivos tan queridos como los nopales o el maíz, vitales como el agua potable o el gas y hasta materiales de construcción como la grava.
La otra vía es la política, los criminales podrían haber sido pobres, pero no tontos, en pocas décadas han evolucionado de ser grupos que estaban “a salto de mata” a tener representantes políticos de máxima visibilidad. La segunda o tercera generación de estos grupos han estudiado y han empezado a escalar en las élites que antes sólo los protegían, el poder del Estado es muy atractivo pues se han dado cuenta que no sólo les da acceso a recursos casi ilimitados, además hace posible el exterminio de sus rivales, limpia sus apellidos e incluso les da oportunidad de establecer leyes que los beneficien.
En esta dinámica ¿Qué está haciendo el actual gobierno? Como el crimen es una actividad que deja mucho dinero, surgen cada día grupos por todas partes a los que hay que combatir, el gobierno a veces, combate a estos pequeños grupos que también quieren participar y siembran el caos, aunque no de manera muy efectiva, así que en muchos lugares se apuesta, incluso lo ha insinuado el presidente, por un grupo dominante que ayude a controlar la anarquía e imponga una especie de “Pax Mafiosa” en la medida que se imponen a los demás.
No porque quieran ayudar al gobierno, sino porque la violencia es mala para el negocio.
Ayuda a uno o dos de los grupos más fuertes, mediante la muy liberal vía de “laissez faire, laissez passer”, es decir, dejar hacer dejar pasar a través de un slogan profundamente simplista pero efectivo: abrazos, no balazos y renombrándolos como buenos vecinos; gente buena y trabajadora.
La siguiente generación de gobernantes quizá sea una nueva elite, nuevos gobernantes que, si bien habrán emanado de la delincuencia, se convertirán en respetados hombres de la política, esa es la verdadera transformación que está impulsando, consciente o no, este régimen que controla un solo hombre y del que otros muchos, aprovechan el poder residual que, como arena de se le escapa entre más la aprieta entre sus dedos.