En el periodismo, el origen no es obligadamente destino. Si tuviste la oportunidad de empezar a trabajar en un medio de comunicación donde el soborno es la mayor parte del sueldo y una buena tajada de recursos públicos significa el único sostén de la empresa, ello no te condena a ser un corrupto el resto de tu vida profesional.
Vivir del periodismo con pasión, lejos de los lujos obtenidos con recursos públicos y conseguir información para aluzar aquello que el poder político y económico (entre otros) pretenden ocultar, siempre ha sido una decisión personal. Se trata una convicción, una forma mirarse que, a menudo, nos une en las redacciones que, a veces, chocan con la línea editorial del medio de comunicación.
El pasado lunes 13 de junio, el presidente López Obrador cargó de nuevo contra Carmen Aristegui acusándola de no simpatizar con su movimiento y abrir el micrófono de su programa matutino a priistas de viejo cuño como Francisco Labastida o Roberto Madrazo.
Según él, esto es una prueba de que ella es neoliberal porque se formó como periodista con Pedro Ferriz de Con, un férreo opositor de su gobierno y, en su momento, soldado de los regímenes tricolores.
El presidente se equivoca de cabo a rabo. Aristegui no inició su carrera con Pedro Ferriz de Con y, mucho menos, puede considerarse su mentor.
En “El Despido”, un libro escrito por el reportero Wilbert Torre queda claro que ella arrancó en Inmevisión, como se llamó lo que conocemos ahora como Televisión Azteca, participando en cápsulas informativas de corte económico con Javier Solórzano.
Ella pasó por Televisa y posteriormente, condujo un noticiero vespertino en la estación radiofónica Stereorey de la empresa MVS y Multivisión. Las diferencias editoriales entre Ferriz de Con y Aristegui fueron públicas, en aquellos años noventa del siglo pasado, a pesar de que compartieron el mismo medio de comunicación.
Ella considera como uno de sus grandes maestros del periodismo a don Julio Scherer García, el fundador de Proceso. Esto me consta; no a Ferriz de Con.
En el periodismo, el origen no es obligadamente es destino. Quienes toman el camino de esta profesión con la idea de volverse famosos (as) y tener mucho dinero a través del soborno, del chantaje, del robo de recursos públicos seguramente lo harán a pesar de que pisen un medio de comunicación con una línea editorial distinta.
López Obrador no soporta que Aristegui tome distancia de su gobierno. Según él, ella debió asumir una línea editorial apegada a la cuarta transformación. Para que el periodismo sea aceptado por el presidente se tiene que militar en su misma trinchera, de lo contrario, formas parte de los conservadores. No hay matices… para él.
Sin embargo, asumir una postura crítica respecto al actual gobierno sin dejar de mirar el corrupto pasado y presente, no te convierte en conservador. Buscar voces para darle significados a los hechos, como la crisis electoral del PRI, no es traicionar a la gente. Cerrar el micrófono por defender una causa política no es periodismo o, por lo menos, está más cerca de la propagada que de la información que sirve para formar opinión pública en general.
Y no presidente, Carmen Aristegui como tantos otros (as) colegas no usamos nuestra pluma para rendirle tributo a su persona ni a su movimiento. Tampoco los atacamos desde la rabia de haber perdido privilegios o sobornos, porque nunca los pedimos y mucho menos los recibimos. Y aunque no lo crea, existe una manera distinta de mirar nuestro oficio y no necesitamos de su venia, ni del aplauso de Morena. Y cuando usted deje el poder, aquí seguiremos.
MT