Alejandro Gutiérrez Balboa
La Novena Cumbre de las Américas se está celebrando hasta el 10 de junio en Los Ángeles, convocada por la OEA, lo que le da un sesgo a los países que no participan.
Iniciada en diciembre de 1994 en Miami y convocada por el entonces presidente norteamericano William Clinton, estas cumbres han tenido el propósito de “promover el crecimiento económico y la prosperidad en la totalidad de las Américas sobre la base de valores democráticos comunes y la promesa de aumentar el comercio para mejorar la calidad de vida de todos los pueblos y preservar los recursos naturales del hemisferio para las generaciones futuras”, de acuerdo a la documentación oficial.
En el fondo, se trata de mantener el liderazgo norteamericano, luego de los fallidos intentos anteriores, como la “Alianza para el Progreso” que impulsó Kennedy en 1961 y que duró hasta 1970. No será sencillo, por el abandono ancestral de la región, a la que los norteamericanos han considerado su patio trasero.
Y ahora menos, por la irrupción en el subcontinente de gobiernos populistas de izquierda, promovidos por Cuba, Venezuela y el Foro de Sao Paulo, con el evidente objetivo de constituir un bloque antinorteamericano que, por otra parte, cada vez se alinea más con los intereses económicos y políticos de China, país que se ha ido convirtiendo en el más importante inversor en América Latina, por encima de Estados Unidos.
Que sea la OEA el órgano rector de estas cumbres implica el rechazo de Cuba (expulsada en 1962), de Venezuela, que se ha retirado del organismo en 2019, y de Nicaragua, que se retiró el pasado noviembre. Casualmente, se trata de los gobiernos más totalitarios del continente. Además, que el secretario general de la OEA sea el ex canciller uruguayo Luis Almagro, le confiere un aspecto adicional, al haber dirigido considerables esfuerzos por lograr la democratización en Venezuela, lo que le deparó las iras de la izquierda latinoamericana.
Un aspecto a destacar fue el roce con el canciller mexicano Marcelo Ebrard, quien acusó a Almagro de encabezar el período más oscuro de la OEA, a lo que éste respondió que deseaba que ninguna obra más se le derrumbara.
La Cumbre debería ser un espacio de oportunidad, pero la debilidad política de Joe Biden, su errático manejo de las crisis mundiales y su falta de liderazgo, no deparan grandes logros ni acuerdos sustantivos que relancen la democracia y el libre mercado en América. Ellos son culpables por su desdén y abandono de la región.