Roberto Mendoza
Nuestra democracia es sui géneris, no es el ideal griego donde el pueblo (démos) tiene el krátos (poder) y todos escogemos de manera totalmente libre a nuestros gobernantes, hay diversas maneras en que nuestros gobernantes se hacen con el poder. De manera histórica nuestra democracia más moderna llegó después de una elección perfecta. Fue perfecta porque se votó por un sólo candidato, el presidente José López Portillo durante su gobierno nuestro país vivió de todo, pobreza, riqueza inmensa y otra vez pobreza, todo en seis años.
Después de ese doloroso sexenio el país trató de recomponerse, surgieron grupos disidentes dentro de la propia estructura del poder y se buscó una participación más equilibrada, a la vez que durante ese tiempo se inauguraron formas bastante burdas de burlar la participación ciudadana durante el voto, como el llamado el ratón loco, el carrusel o la urna embarazada, entre otros.
Nosotros, la ciudadanía, buscamos una mejor forma de participar; así nació el IFE y luego el INE, hemos logrado varias veces la alternancia. Las formas de intervención de la democracia también se hicieron más sofisticadas, hoy tenemos al menos cinco diversos sistemas de captación de votos que afectan nuestra democracia y la definen.
El primero es el emotivo, hay ciudadanos que se conectan con el candidato por pura emoción y van a ejercer su voto bajo el ideal ciudadano, libres, conquistados por las ideas y propuestas. El segundo es un convencimiento más sofisticado, llamado movilización, ciudadanos que en la campaña han sido “ganados” por los agentes del candidato al resolverse alguna necesidad, desde el pintado de una fachada, la colocación de tinacos, hasta alguna obra pública que no se podía resolver y que se gestiona con rapidez. El tercero es la operación, a veces desde una empresa de telemarketing hablan a los votantes para recordarles que deben ir a votar por su nominado, gestores van juntando vecinos y los invita a desayunar o comer a la llamada “casa amiga” que es una residencia cercana a la casilla donde hay comida, bebida y buen ambiente para que de ahí, vayan a votar y regresen a disfrutar de todo ello.
El cuarto es la compra del voto, este puede hasta ser un negocio familiar, entre más grande la familia mejor, el voto vale más conforme pasa el día pero hay que saber el momento exacto, pues el operador puede rendirse o valorar quedarse con el dinero, incluso aún en esta modalidad se puede ir a la casa amiga a disfrutar de la comida y además vender el voto, no siempre hay efectivo de por medio, puede ser una tarjeta, como ya se han reportado casos en muchas elecciones o incluso transferencias directas. El quinto elemento que en la última elección fue muy importante, es el crimen organizado, este no tiene comparación, se puede secuestrar a operadores incluso a candidatos y hacer que prácticamente declinen o forzar a una comunidad a ejercer su voto a favor del candidato que estas personas indiquen.
Hay un sexto elemento interesante el día de la elección, el abstencionismo. ¿Cuántas personas se calcula que no van a votar? La gente no vota por diversas razones sobre todo por trabajo, también enfermedad o algún acontecimiento azaroso, además hay personas que simplemente no quieren ir a votar.
¿Qué democracia tenemos? Una mexicana, que se ha ido sofisticando y que todos los partidos, sin excepción, usan. El voto vale, efectivo u otra cosa, pocas veces es una fiesta sino más bien un negocio, incluso una solución pasajera que se acepta porque se sabe que será lo único que se recibirá de manera directa del candidato, triste, feliz o práctica, es nuestra democracia. Y así será el próximo cinco de junio.