Alejandro Gutiérrez Balboa
A fines de mes, el domingo 29 de mayo, se efectuarán las elecciones para elegir presidente y vicepresidente en Colombia. En caso que ningún candidato obtenga el 50% más uno de los votos, el 19 de junio se llevará a cabo la segunda vuelta, sólo con los 2 candidatos más votados.
Entre varios candidatos, sólo 2 tienen posibilidades reales de ganar: el heredero del uribismo, Federico Andrés Gutiérrez Zuluaga y el populista de izquierda Gustavo Francisco Petro Urrego.
El uribismo es la expresión política de Álvaro Uribe, un liberal que en su período logró las mejores tasas de crecimiento, empleo, disminución de crímenes que azotaban el país y, sobre todo, a una durísima lucha contra el terrorismo y el narcotráfico que se enseñoreaban de amplios sectores del territorio. En su contra se han aducido violaciones a los derechos humanos y el haber requerido la ayuda y presencia norteamericanas, mediante el denominado Plan Colombia, que logró los resultados antedichos
Petro, por su parte, proviene de la izquierda radical, fue militante de la guerrilla M-19 que no sólo tuvo actividades preponderantemente urbanas sino también de enfrentamientos con dirigentes de los cárteles del narcotráfico colombianos, lo que le valió ser ubicado dentro de los intereses, acciones y financiamiento de los grupos rivales. Todo esto en medio del caos y anarquía que la maraña de intereses de los políticos con el crimen organizado colombianos han postrado a este país desde hace décadas.
Sin lugar a dudas, el resultado de esta elección será determinante para que Colombia prosiga el difícil camino de la reconciliación, el desarrollo, la seguridad y la paz, o bien, para que la demagogia, la polarización y el reinado de la post-verdad, característicos de la izquierda latinoamericana promovida por el Foro de Sao Paulo, logre anotarse un triunfo más en su aparente implacable avance por América Latina.
En caso de que esto último ocurra, ganando Petro, de acuerdo a como se han manejado las encuestas, con facilidad se puede anticipar que el futuro colombiano volverá al encono, la división y los enfrentamientos, algo característico en los populismos que vienen destruyendo las instituciones de los países, sus intereses y mejores proyectos, en aras de supuestamente encarnar al “pueblo”.