5 de mayo 2022: Luis Enrique Martínez, columnista en el diario Debate y con una larga trayectoria en la cobertura en las secciones culturales del país, fue encontrado muerto en un camino de terracería de Culiacán, Sinaloa. 9 de mayo del 2022: las periodistas Yesenia Mollinedo y Johana García son asesinadas dentro de un automóvil en calles de Cosoleacaque, al sur de Veracruz; ambas pertenecían al periódico El Veraz.
Esto es parte de los que sucede en el México hoy. Cuatro días de diferencia entre las ejecuciones. A Luis Enrique lo mataron a golpes y su cuerpo apareció envuelto en plástico. A Yesenia Mollinedo y a Johana García las acribillaron a plena luz del día.
Yesenia y Johana seguramente supieron sobre la ejecución de Luis Enrique Martínez en Sinaloa, sin sospechar que ellas serían los siguientes. No sabemos quién será el próximo o la próxima reportera muerta ni cuándo sucederá. Así de terrible.
Las autoridades de cualquier nivel, incluido el presidente López Obrador, prometen que no habrá impunidad. Faltaba menos. Pueden seguir matándonos, pero el resto de los periodistas y las familias afectadas tendremos la seguridad de que capturarán a los culpables. Bendito consuelo.
Aunque a veces solo sepamos de los autores materiales, el balance será siempre positivo para las autoridades, aunque nunca esclarezcan los motivos reales ni mucho menos pongan tras las rejas a los autores intelectuales.
En estos momentos, decenas o quizá cientos de periodistas en el país, sobre todo en las zonas donde quien manda es la delincuencia organizada, no saben si una noticia afectará a algún capo o cacique que ordenará matarlos. O quizá ya hicieron pública esa información y, en cualquier momento, podrían arrebatarles la vida.
Dedicarse al periodismo en Sinaloa, Veracruz, Michoacán, Tamaulipas, Oaxaca, Guerrero, Jalisco… es jugarse la vida.
Abrazos y no balazos, dijo López Obrador. Los reporteros recibimos el plomo. Los gobernantes quizá reciban los abrazos de sus fieles seguidores.
¿Dormirán tranquilos? Muchos de nosotros no. Mañana y los días siguientes, los y las colegas en el país saldrán a jugarse la vida. Otro periodista muerto, pero no hay impunidad, dicen los gobernantes. La espiral infinita de la violencia contra los reporteros y las reporteras.
11 periodistas asesinados en lo que va del 2022 y 36 en la administración del Gobierno de López Obrador. ¿Por qué nos están matando? ¿Qué harán para al menos frenar los asesinatos? No hay mecanismos para solucionar esta crisis.
El pasado martes por la mañana, López Obrador dijo que todos los días están trabajando para proteger a la ciudadanía, pero que se han enfrentado a 36 años de descomposición social y política generada por el neoliberlismo. “Es un proceso de transformación y por eso también la reacción conservadora”, remató.
La reacción de AMLO siempre es la misma: la culpa del pasado. Desde luego, el asesinato de periodistas no nació con su llegada al poder. La descomposición data del sexenio del panista Fox. Pero su postura también genera una interpretación aterradora: su Gobierno está haciendo lo posible, pero no hay manera de detener los asesinatos contra periodistas. Nos seguirán matando y la culpa será del neoliberalismo.