Aunque los últimos meses han estado muy cerca de la vida antes de la COVID-19, ha habido un exceso de confianza.
La población joven ha dejado de atender las convocatorias para la vacunación. Las autoridades concluyen que el fenómeno de ‘falsa seguridad’ ha imperado luego de que los indicadores, desde el número de contagios, hospitalizaciones y muertes, tienen un descenso sostenido desde febrero.
En dos años, algo debimos aprender; hasta el cansancio se ha dicho lo necesarias que son las medidas preventivas para contener la circulación de un virus, cuya peligrosidad radica en lo extremadamente –dicho por especialistas– contagioso que ha resultado.
Si bien la vacuna ha sido la clave para bajar la mortalidad en el mundo, no hay ‘riesgo cero’ para una enfermedad que no tiene todavía un tratamiento médico específico; es decir, no existe una medicina que ataque al SARS-CoV-2, solo se atienden sus sintomatologías y el cuerpo, solito, hace el resto.
Lo que ocurre en China es una nueva advertencia de lo que podría llegar a Occidente.
Las oleadas de coronavirus inevitablemente llegarán, y el país chino está viviendo un nuevo ciclo de contagios que ha llevado a nuevos confinamientos; acá, no se descarta una quinta ola de la pandemia.
Hay que seguir cuidándose.
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