Raúl D. Lorea
En el marco del Día Internacional de la Mujer, mucho hay que reflexionar. Pareciera que todo está dicho, pero el camino aún será largo para lograr la equidad, la justicia y la igualdad de derechos por la que han luchado las mujeres.
Dentro de muchos casos que leí y escuché en estas fechas, me permito compartirle, amable lector(a) una situación que al día de hoy sucede: la desacreditación de la mujer en todas las profesiones.
La arquitectura no es la excepción, y tiene pocos años que se ha vuelto más abierta a la presencia femenina. Todavía en la década de los 80 muchos profesores cuestionaban a las pocas alumnas en sus aulas, argumentando que era mejor ceder el lugar a un hombre ya que ellas se casarían y no ejercerían la profesión.
Por otra parte, durante muchos años, los reconocimientos en la arquitectura fueron entregados casi en su totalidad a hombres. Tan solo el Premio Pritzker, desde 1948 se ha otorgado únicamente a 6 mujeres, todas ellas del año 2004 a la fecha.
En la historia de la arquitectura, hay registrados casos como el de la arquitecta Denise Scott Brown, quien se casó con el arq. Bob Venturi. Ella no recibió el premio Pritzker que otorgaron por la “gran contribución de la obra del arquitecto”, siendo que ellos diseñaban en equipo. Venturi manifestó su descontento no asistiendo a la premiación.
Hoy las cosas son muy diferentes, si bien se ha avanzado mucho, aún queda mucho más por hacer, por ello el 8M se torna cada vez más importante, nos recuerda lo que la sociedad requiere para evolucionar. El cambio debemos ser todas y todos.