Toreros como Llaguno, San Román, Aguilar y Gutiérrez tomaron la alternativa de una manera convincente
Juan Carlos Sámano
Mucho hay que comentar sobre los festejos que hemos podido ver desde el pasado 12 de diciembre en la Plaza México, hasta el más reciente celebrado el pasado 6 de febrero en el mismo coso. Diferentes tauromaquias, diversas ganaderías, distintos criterios para el otorgamiento de trofeos, variadas formas de ver un festejo por parte de los asistentes, pero el factor común entre todos ellos fueron sin duda los toreros con capacidad y disposición que se toparon con encierros, en general, con muy escasa casta y bravura.
Sin el afán de reventar ni poner en tela de juicio a los encargados de hacer la fiesta en México, solo tratando de aprovechar este espacio y expresar mi punto de vista al respecto, percibo que existe un grave problema en el campo debido a la carencia de bravura, esa característica típica del toro de lidia y escancia en la tauromaquia. Mucho se dice que esto es debido a que en la actualidad es así como las llamadas ‘figuras’ están solicitando el ganado, cosa que me niego a creer, ya que la grandeza de una faena y del mismo torero estriba en la bravura del toro que se está lidiando. Ahora, tal parece, quieren salvar la tarde con uno o dos toros que, al tener un poco más de movilidad y raza, se pretende borrar el comportamiento del resto del encierro. Algo se deberá de hacer y pronto, para que vuelva esa sensación de peligro y por ende ‘la transmisión’ al tendido.
En cuanto a los diestros, el panorama es muy diferente. Parte de esa camada de novilleros prometedores ya son actualmente matadores de toros. Toreros como Llaguno, San Román, Aguilar y Gutiérrez tomaron la alternativa de una manera convincente, y no me refiero a los trofeos obtenidos, sino al sitio y deseo de triunfo mostrado, y ojalá esa disposición plasmada sirva para mover un poco el templete donde se encuentran cómodamente ubicados toreros que, a pesar de sus años de alternativados, no terminan de dar el do de pecho, y no terminan de consolidarse como verdaderas figuras del toreo en México.
Por último, apelar a que las personas que ocupan los diferentes biombos en las plazas de toros sean las adecuadas, que tengan capacidad, conocimiento y criterio, a fin de que se deba de premiar lo que realmente lo merezca y se evite caer en complacencias y supuestos triunfos, que a la larga terminan por confundir al verdadero aficionado.