Claudio Sarmiento
Muchos planes de obra pública para las vialidades y espacios públicos de la ciudad ostentan “priorizar” o “respetar la pirámide de la movilidad.” ¿A qué se refieren con esto?
La Pirámide Invertida de la Movilidad tiene un origen híbrido: se le puede entender como una adaptación de la pirámide invertida de jerarquía de control de riesgos que desde los 1950s ha buscado reducir la accidentalidad de los ambiente laborales. De ahí se ha aplicado al análisis de la seguridad vial, procurando reducir los riesgos y muertes al trasladarse por cualquier medio.
La pirámide invertida es muy efectiva para comunicar las prioridades de una política pública; se entiende que sus peldaños superiores son tanto más importantes como deseables en la planeación, diseño y operación de, por ejemplo, un proyecto de movilidad urbana.
Si bien hay Pirámides de Movilidad que incluyen al transporte aéreo o a la gestión del agua, coinciden en que el caminar y pedalear deben priorizarse por sus beneficios sociales y ambientales, pero también porque estos medios suelen ser los más desprotegidos y desventajados al usar la vía pública. No obstante, la Pirámide se ha malinterpretado como un modelo segregador o como un checklist de infraestructura mínima. Mientras la pirámide de la movilidad no refleje una prioridad en la provisión de espacios y recursos públicos para los medios de traslado más activos, sostenibles y equitativos, tiene el riesgo de usarse como instrumento demagógico de un principio mal comprendido.
MT