Juan Carlos Sámano U.
Mucho se ha hablado en la actualidad de lo cruento que puede parecer un festejo taurino. Por principio definamos el concepto de cruento, y es un acto que produce o muestra efusión de sangre. Sin embargo, esta situación en algunos espectáculos, tiene antecedentes que datan desde la cultura Maya, hasta nuestros tiempos en las corridas de toros, bajo un concepto de una ritualidad llevada bajo prácticas ya establecidas y reguladas.
Dentro de la cultura Maya, existía el llamado “Juego de Pelota”, el cuál fue practicado tanto en México como en Centroamérica, y formó parte importante de las tradiciones de ésta gran cultura. De acuerdo al Popol Vuh, el equipo ganador era sacrificado ya que con ello, se creía, ganaban la luz en el inframundo. Otro antecedente importante relacionado con este tema es sin duda lo que llegaba a pasar en el año 80 d.c., cuando el emperador Tito inauguró el famoso Coliseo Romano, escenario en donde pudieron ser vistos los más famosos gladiadores, envueltos en exuberantes cacerías y emocionantes combates, así como representaciones de una batalla naval entre corintios y corfiotas, espectáculos que a pesar de sus características, era muy del agrado de la población romana. Con estos antecedentes no se pretende justificar dichos procedimientos, únicamente dejarlos como antecedentes de que el público espectador ya estaba en contacto con ellos desde hace mucho tiempo.
Ya en nuestros tiempos llegamos a finales del siglo XIX, donde la Tauromaquia toma la forma tal y como la conocemos en nuestros días, y en donde dentro de un ámbito de ritualidad en que se vinculan de manera muy estrecha la muerte y la vida, tanto toro de lidia como torero, están dispuestos a dejarla en el albero o salir con el triunfo. Dentro de este ritual, es el astado el que normalmente ofrece la vida basado en que para ello fue desarrollada esta especie. Sin embargo, el toro como principal protagonista de un festejo taurino, tiene que pasar por diferentes momentos de la lidia (tercios), en donde se pone a prueba su fuerza y su bravura, principalmente, para poder ser premiado a la postre con el anhelado indulto.
Por necesidad el proceso de la lidia tiene que ser cruento, por lo tanto, dicho desarrollo tiene que ser efectuado con mucho profesionalismo a fin de que al término de esa lidia, el llamado “rey de la fiesta”, pueda tener una muerte digna acorde a la ritualidad del espectáculo.