La integridad del transeúnte es más importante que el reducir 5 minutos de un viaje en automóvil privado
Claudio Sarmiento
Errar es humano. Sin embargo, es común que culpemos al individuo desobediente o inculto de la calle. En efecto, hemos naturalizado a las muertes viales como inevitables y atribuibles a unas cuantas ovejas negras. Dirán muchos que solo se necesita educar, regular y aplicar la ley, pero se ha probado la inefectividad de estas estrategias porque la movilidad urbana no es un derecho individual, sino colectivo.
La Constitución reconoce y garantiza la movilidad “en condiciones de seguridad vial, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad, inclusión e igualdad” lo cual implica una responsabilidad del Estado por asegurar que nadie muera en el acto de moverse, independientemente de qué medio utilice. ¿Cómo lograrlo? Primero, concientizarnos que el rol de las autoridades no solo es bachear; que las ciclovías no sólo son para ciclistas; que las banquetas y paradas de autobús también necesitan mantenimiento; que la integridad del transeúnte es más importante que el reducir 5 minutos de un viaje en automóvil privado.
Cambiemos el modo de pensar sobre cómo nos movemos: que la responsabilidad de accidentes viales es compartida – desde un diseño vial que permite errores humanos, hasta la solidaridad entre usuarios que reconoce la falibilidad de todo cuerpo humano. Tanto gobiernos como medios de comunicación tienen la responsabilidad de entender a la seguridad vial como un sistema, y de generar y compartir estudios que pinten la realidad completa de nuestra movilidad cotidiana.
MT