El buen ejemplo de que como líder de la ciudadanía no es el mejor, y lo peor es que lo aplauden sus más fieles seguidores.
Mario Maraboto
La semana pasada, el presidente de la República comunicó estar contagiado de COVID por segunda ocasión. Esta vez parece haber sido un contagio más leve, pues a los dos días ya presumía su estado de salud: “Voy saliendo del COVID… es bastante alentador el poder comprobar, ahora sí que en carne propia, que esta variante del COVID no tiene la letalidad, la peligrosidad, de la variante anterior”.
En su mensaje videograbado insistió que esta variante “es el equivalente a una gripe” y sugirió remedios como el VapoRub en pecho y planta de los pies junto con “miel para la garganta con un poco de limón”. Una semana después, reapareció en su ‘show’ matinal e insistió en que “esta variante no tiene la misma gravedad que la anterior”, reconoció que los contagios están creciendo mucho y minimizó: “no hay incremento en los fallecimientos.”
Lamentablemente, sus expresiones no han variado desde el inicio de la pandemia para minimizarla, dar la sensación de que no pasa nada y que ya va de salida. Eso es minimizar los riesgos. Si hoy la nueva variante “no tiene la letalidad” de la anterior, hace dos años dijo que “ni siquiera es equivalente a la influenza” y “siento que no vamos a tener problemas mayores. Ese es mi pronóstico“. Si hoy es el VapoRub y la miel con limón, en 2020 eran el “detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, “el escudo protector es la honestidad, el no permitir la corrupción…”, “no mentir, no robar, no traicionar. Eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus” y “estar bien con nuestra conciencia”. Si avaló un escenario catastrófico de 60 mil muertes y ayer dijo que no hay incremento en los fallecimientos, minimizó que desde el 10 de enero diariamente se han roto los récords de muertos por COVID en el país.
No importa que desconozca las recomendaciones de los médicos y hasta de la jefa de Gobierno de la CDMX; se las brinca como lo hace con la Constitución. Parece no importarle poner en riesgo a colaboradores y personal de apoyo en su casa y oficina minimizando el riesgo, como lo mostró cuando, con notable ronquera, dijo en su ‘show’ mañanero que tenía gripe, sostuvo reuniones con miembros de su gabinete (sin cubrebocas porque “me lo voy a poner cuando no haya corrupción”) y, luego de hacerse una prueba por la tarde, anunció que volvía a estar contagiado.
Sus dos contagios ponen en entredicho a su subsecretario estrella, quien había expresado que “la fuerza del presidente es moral; no es una fuerza de contagio”. Sin embargo, las expresiones y actitudes de AMLO ante la COVID muestran su carencia de fuerza moral y evidencian la de contagio. El buen ejemplo de que como líder de la ciudadanía no es el mejor, y lo peor es que lo aplauden sus más fieles seguidores.
A fines del año pasado, el Ranking de Resiliencia COVID de Bloomberg reveló que países han gestionado mejor o peor la pandemia con base en número de casos graves, muertes, contagios y más. México ocupa el lugar 38 de 53 en el índice de bienestar humano, cobertura de salud, tasa de letalidad, muertes totales y algunas otras variables del ‘ranking’.
Ya hay más de 300 mil muertes oficiales por COVID y un total de 646 mil muertes excedentes sobre las cifras habituales, pero el presidente sigue combatiendo la pandemia con base en palabras y recientemente apoyado con una espantosa campaña en video que más bien parece hecha por estudiantes de secundaria, muy al estilo de la 4T.
El presidente de México no es el único jefe de Estado que se ha contagiado de COVID. Tristemente, varios de ellos han menospreciado al virus y sus efectos con actitudes similares a las del presidente mexicano, haciendo a un lado la prevención y más bien incitando a la omisión de las recomendaciones de los especialistas.
Por eso estamos como estamos.