Muchos jefes de Estado en el mundo se conducen más por sus propios intereses económicos y políticos que por los de sus gobernado
Mario Maraboto
Recientemente vi la película ‘No mires arriba’, cuya trama gira en torno a dos científicos que descubren que en seis meses un enorme cometa destruirá nuestro planeta, y su lucha por convencer al Gobierno de actuar para tratar de evitarlo.
La película satiriza temas como la incapacidad política para tomar decisiones, la poca sensibilidad gubernamental hacia la ciencia y la tecnología, la indiferencia de la gente ante un anuncio catastrófico, el verdadero interés de algunos medios de comunicación, la ambición de un millonario empresario y su contubernio con la presidenta del país, y la ambición de ambos. Me fue inevitable trasladar la trama a la vida real en el mundo y, concretamente, en nuestro país.
Cuando los científicos logran una cita con la presidenta de los Estados Unidos, luego de haberlos plantado el día anterior, encuentran en ella indiferencia, nulo interés en la ciencia, desconfianza y, por el contrario, una gran preocupación por el triunfo de su candidato en las próximas elecciones intermedias, hasta que “sus científicos” confirman el desastre que se avecina.
Muchos jefes de Estado en el mundo se conducen más por sus propios intereses económicos y políticos que por los de sus gobernados. Al igual que la presidenta de la película, ante un meteorito político que amenaza destruir al país en los próximos tres años por su impacto en temas como salud, seguridad y economía, el actual presidente de México soslaya esos impactos con su personal certeza de que todo va bien y está más preocupado por los temas electorales y por una revocación de mandato que nadie le pidió.
Al igual que en la película, en nuestro país actualmente también existe un menosprecio por la ciencia, manifestado en la cancelación de becas de estudio y en el asecho a universidades como la UNAM y más recientemente el ITESM (Tecnológico de Monterrey) o institutos de ciencia social como el CIDE. En la película, la presidenta desconfía de los científicos que descubren el cometa y busca la opinión de “los suyos”; en nuestra realidad, también se desconfía de la ciencia, se busca desacreditarla, inclusive aquella que lucha en contra de la pandemia, y solo se escucha a “sus científicos”.
En la película, la presidenta decide actuar al darse a conocer fotos pornográficas de ella a fin de crear una cortina de humo y aparecer como la salvadora de la humanidad. En México, las cortinas de humo presidenciales son frecuentes, especialmente cuando se descubren actos de corrupción de familiares o subordinados del presidente. El mensaje que surge de esas cortinas es que es una campaña que busca descarrilar la 4T (cualquier cosa que eso signifique) y lesionar la imagen del presidente que será reconocido por “salvar” al país de sus enemigos “conservadores”, que “combatió” la corrupción y que transformó al país (aunque no explica en qué lo está transformando).
Cuando la presidenta anuncia públicamente que enviará una misión para salvar a la humanidad, un poderoso empresario del sector telecomunicaciones descubre que el cometa contiene materiales con un valor cercano a 32 mil millones de dólares, con lo que se podría combatir la pobreza, la injusticia y la pérdida de la biodiversidad (inflando las acciones de su compañía); expone su plan para destrozar al cometa y recuperar para sí todos esos materiales, y la presidenta decide cancelar la misión. La escena trajo a mi mente la reciente foto del presidente con el millonario empresario dueño de una telefónica, entre otros negocios, que ha sido beneficiado de diversas formas por el Gobierno que “combate la corrupción” y quien “benévolamente” reparará la línea 12 del metro de la Ciudad de México. Al igual que en la película, se une el poder político al poder económico para beneficio de ambos.
La parte triste de todo es la indiferencia de la población ante lo que está por suceder; ciudadanos que prefieren saber de la vida de artistas y que hacen mofa de los científicos en las redes sociales, evitando mirar hacia arriba para descubrir lo que les espera (hasta que es demasiado tarde).
Vistas las similitudes con la vida real (toda proporción guardada), creo que lo más conveniente no es mirar hacia arriba, en donde se encuentra el poder y las decisiones absurdas, sino mirar hacia adentro de cada uno de nosotros para sensibilizarnos sobre nuestra responsabilidad en el destino del país, a fin de evitar en las próximas elecciones la creación de nuevos cometas que amenacen con destruirnos.