Juan Carlos Sámano
Dentro de la Tauromaquia existen diversos tipos de sentir e interpretar el arte del toreo. Existen los toreros llamados “artistas”, esos que son poseedores del llamado “arte quintaesenciado”, los que con un solo capotazo son capaces de poner la plaza de pié. También están los llamados “toreros de poder”, esos que tienen la facultad de someter a la mayoría de los astados con base en técnica y conocimiento. Por último, los llamados “tremendistas”, esos que son poseedores de un valor desmedido, inclusive podríamos llamarle hasta inconsciente, pero que, de alguna manera, arriesgan el todo por el todo, pisando terrenos complicados, con la finalidad de obtener el triunfo teniendo al aficionado al borde del asiento.
Habiendo hecho esta recapitulación, entremos de lleno a la tauromaquia de Antonio Ferrera, basándonos principalmente en su actuación del pasado domingo 12 en La Plaza México. Tarde de triunfo para el nacido en Las Baleares, tarde en la que volcó la plaza con su segundo, basado en esa tauromaquia ya común en él en tierras Mexicanas. Tauromaquia que a muchos gusta, pero, hay que decirlo también, a otros no. Sobre todo, a esos aficionados clasicistas, ortodoxos, que gustan del toreo vertical sin tanto protagonismo, sin tanta gesticulación. A fines del siglo XIX y principios del XX, ese tipo de tauromaquia era muy común, con un lance que se le llamaba “hacer la casa” o “hacerle la casa al toro”, que no era otra cosa que encorvar el cuerpo hacia adelante al momento en que pasaba el astado. Mucho se asemeja el toreo de Ferrera al del “Brujo de Apizaco”, sin embargo, en el español, existen tintes muy marcados como engarruñar los dedos de la mano, un cierto histrionismo, mucha gesticulación y exageración en los llamados “galleos”. Sin duda, es un diestro con mucha clase que, en sus 24 años de alternativado, ha logrado colocarse en los primeros escalafones de la tauromaquia mundial y, como menciono anteriormente, su tauromaquia gusta y, sin duda alguna, es un torero taquillero.
Sin embargo, la pregunta sería: ¿Por qué la tauromaquia que desarrolla en nuestro país es distinta a la que despliega en España?, ¿en España no se lo permiten y aquí sí? Las respuestas sin duda serán muy subjetivas, muy personales, propias del gusto de cada uno de los aficionados. Pero lo interesante de esto es que mientras existan toreros con estas características, la fiesta de los toros tendrá variedad y habrá aficionados hartamente complacidos con ello.