Los Blanchet
No lo puedo negar. Me molan las teorías conspiradoras, y en la búsqueda de las razones de por qué las cosas son como son, la realidad –esa cosa tan ignorada y despreciada en estos tiempos– frecuentemente le da la razón a este club de conspiracionistas sin quehacer.
Aún puedo recordarme, en mis años mozos, viendo en la pantalla del televisor en blanco y negro, aquellas películas del oeste norteamericano y una que otra del mexicano: de John Wayne a Antonio Aguilar. En ellas, los robos más espectaculares se limitaban al asalto de las diligencias y a uno que otro robo bancario. Es decir, hasta hace no mucho tiempo, lo único que nos podían robar era el efectivo o alguna posesión material. Lejos estaba la noción del fraude electrónico, el robo de identidad o la posesión por parte del Gobierno, de entidades corporativas y de las agencias de inteligencia, de nuestra información vital y privada: dirección, números telefónicos, firmas, datos faciales, huellas dactilares, retina, localización en tiempo real, perfiles en redes sociales –en las que cándidamente exponemos nuestras preferencias personales y políticas– y un largo etcétera, aunque ya se vislumbraba algo semejante en novelas de ciencia ficción de hace un siglo.
La realidad nos alcanzó, y no solo en los países totalitarios los gobiernos se obsesionan y echan a andar la maquinaria del control de los individuos a través de recabar toda su información. En México, el Congreso aprobó obligar a las compañías de telefonía celular a recabar la información biométrica de sus usuarios, alegando una supuesta protección de dicha información para evitar fraudes, disposición a la que le han llovido los amparos por ser una mera intrusión, lo que provocó que las baterías ahora se direccionen, con el mismo pretexto, hacia lo fiscal: toda persona, a partir de los 18 años de edad, tenga o no actividad productiva, deberá registrarse en el SAT, lo que implica, adivinó usted, la entrega de toda su información biométrica, con propósitos a todas luces controladores, más que fiscales.
La burra no era arisca. En el año 2009 se creó el infame Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil (Renaut), que obligaba a todo usuario de este servicio a registrarse y entregar su información personal. El resultado (vamos, esto es México) fue que la dichosa base de datos estuvo disponible en la red y hasta en Tepito por 500 pesos (aunque la autoridad de Telecomunicaciones lo negara) y las extorsiones telefónicas se dispararon como cohetes en fiesta patronal.
En la arena de los servicios bancarios y digitales, las empresas están obligadas a dar un uso responsable y confidencial a nuestra información y a emitir un aviso de privacidad, en el que se comprometen precisamente a eso. Lo desconcertante es que en ellos podemos corroborar, al leer las letras pequeñas, que estas entidades se reservan el derecho de compartir nuestra información, de manera discrecional y descarada, a otras instancias de negocios, propias o ajenas, lo que explica, en buena parte, el bombardeo publicitario y de llamadas telefónicas de todo tipo de bancos y comercios ofreciéndonos más tarjetas de crédito, seguros, viajes, etcétera.
Sí, supuestamente, en una sociedad avanzada y transparente no habría nada qué ocultar porque ningún riesgo debería haber al conocerse todo acerca de nosotros. Pero lejos estamos de eso.
Jo Jo Jo
Querido Santa:
Espero que en esta Navidad esté en tus planes hacer tu acostumbrado recorrido para repartir los regalos a todos aquellos que te escriben sus bonitas cartas. Esta ocasión no me quedaré atrás, ya que llevo muchos años siendo una Grinch consumada. Con decirte no pongo árbol (por aquello de que soy ecológica) ni nacimiento, ya que todas las piezas se me fueron rompiendo con los años, y un día tuve que volarle los juguetes a mi sobrino para poner al Superman como San José, a la Batichica como la Virgen y al Spider-Man como el niño Dios, y en vez de nacimiento, eso llegó a parecer el cuartel de la Liga de la Justicia.
De florituras navideñas ni hablemos, porque eso de andar poniendo tu retrato en la tapa del baño con las manitas tapándote los ojos, ni de chiste, porque siempre pensé que los regalos los traes con base en las cartas, no en las posaderas.
Pero regresando a mi buena intención, esta vez decidí intentar nuevamente ser parte de esa ilusión, porque como están las cosas, me es urgente volver a creer en algo. Aunque igual y no me llega nada, no porque seas ‘ojaldra’, sino porque en algún momento puedo entender que tienes miedo de salir a un mundo lleno contagios y muerte por COVID-19 (ahora por la variante ómicron). Antes de continuar y por precaución, ¿te vacunaste o eres del equipo ‘fuchi – caca’ la vacuna? En fin, tú déjate caer con cubrebocas, aunque López Gatell diga que no lo necesitas, porque tú sí eres un líder moral.
Tengo plena conciencia de que conoces perfectamente el comportamiento con el que me he conducido a lo largo de este año, y probablemente pienses que no merezco ni media paleta payaso. Pero yo tengo otros datos, así que ahí te van…
En este pliego petitorio no solo enlistaré regalos y milagros, sino también recomendaciones para que mis regalos lleguen en tiempo y forma. Primero, quiero pedirte que no tengas miedo de llegar a mi casa; desde hace 22 años vivo en Querétaro y aquí todavía se puede vivir. ¡Ups! Escribiendo esto me cae el veinte de por qué dejaste de traerme regalos cuando vivía en Iztapalapa.
Si te llegas a perder por el centro de la ciudad, te sugiero que utilices Google Maps, porque si le preguntas a algún transeúnte, tendrás una de dos: si es queretano (especie en extinción) y le dices que buscas Zibatá, te contestará: ¡¿hasta allá?!; pero si es chilango, lo más seguro es que te diga: está supercerca, ¿por qué no compras una casa ahí?
Te pido un bote de solvente para remover el grafiti que hicieron en los Arcos, ya que esta Navidad vendrá mi familia que vive en Ecatepec y no quiero que se me queden a vivir aquí por sentirse como en casa. Me gustaría que a Conín le trajeras una pancarta que diga: ¡Si vienes de fuera, comes y te vas!, al puro estilo Fox.
A todos los elementos de Servicios Públicos y Seguridad Pública, tráeles TODO lo que pidan, porque ellos se la rifan en serio diariamente y más en estas épocas en que la gente anda como chivos en cristalería.
Para mi familia y para todas las familias que nos hacen favor de leernos, te pido salud, amor, sonrisas, trabajo y dinero; y para quien no nos “lé” (diría Nuño), tráeles una báscula adulterada que aumente 10 kilos.
Le esperamos hoy por la noche en punto de las 9:00 en la KJeta por el Canal 10 de RTQ en señal abierta y de cable, y por ‘streaming’ en rtq.mx. Finalmente le recuerdo que tenemos una cita aquí el próximo jueves…para echarnos otro caldito.
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