Fernando Islas
Durante el periodo neoliberal, el salario mínimo en México no solo era insuficiente, sino indignante por no decir denigrante. Año tras año, el aumento era una burla para la clase trabajadora de este país y prácticamente tenía hundido al sector obrero en una situación económica crítica y sin esperanza real de mejora. Inclusive durante las dos administraciones pasadas, el Estado se dio a la tarea de vulnerar aún más la estabilidad laboral y eliminar históricas conquistas laborales a través de un plumazo y el voto cómplice de las legisladoras y los legisladores del PRI y el PAN, partidos que en ese entonces juraban ser opositores, pero que ahora desde el cinismo y la desvergüenza presumen su alianza con un patético PRD.
Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de la República, el aumento al salario mínimo dejó de ser un acto simulatorio y por fin en los últimos 30 años se convirtió en una realidad que dignifica a las trabajadoras y los trabajadores. Muestra de ello es que en 2019 hubo un aumento considerable que llegó a 102.68 pesos por día; al siguiente año se logró avanzar a 123.22 pesos, para que, en plena pandemia y ante un escenario de crisis económica mundial, el presente año mostrara un aumento de poco menos de 20, llegando a 141.70. Hoy, después de grandes esfuerzos del actual Gobierno de México, se estipuló que en 2022 habrá un aumento importante para la población mexicana, llegando a 172.87 pesos.
Como podremos darnos cuenta, la actual Administración comprende la importancia de la clase trabajadora y su papel vital para el avance del país. Si bien estos aumentos no terminan por subsanar los daños ocasionados por las políticas neoliberales del pasado, si son un avance considerable para que los que movemos este país seamos remunerados justa y dignamente. La austeridad republicana como base del acto gubernamental augura un futuro prometedor para todas y todos.