Sergio Arellano
Les voy a comentar una novedad. Antes quisiera ponerlos en contexto. De acuerdo a la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, aprobada por el Congreso de la Unión, se establece que al hablar de niñas y niños se hace referencia a personas de entre 0 y 11 años de edad, mientras que las personas adolescentes son aquellas que tienen entre 12 años cumplidos y menos de 18 años. Ahora, si nos ponemos a reflexionar, ¿cuántos litigios se resuelven en relación a estos grupos? Una segunda pregunta sería: ¿los juzgadores cuentan con un criterio de grupos vulnerables al momento de dictar sentencia?
Para ir resolviendo estos cuestionamientos, enfocándonos en nuestra población de niñez y adolescente, resulta apropiado mencionar que la Suprema Corte de Justicia de la Nación publicó el Protocolo para Juzgar con Perspectiva de Infancia y Adolescencia durante el presente mes de noviembre. Sin duda alguna, los lineamientos jurisdiccionales del alto tribunal del país abonan a una impartición de justicia con un enfoque más incluyente. En el citado protocolo, estimada o estimado lector, se mencionan aspectos de protección desde un punto de vista psicopedagógico, un análisis profundo del interés superior del menor, cuestiones de igualdad y no discriminación, su participación en los juicios de amparo, así como el reconocimiento de sus derechos a la información, intimidad, libre desarrollo de la personalidad, identidad, autonomía progresiva, entre otros.
Por si fuera poco, se relatan una serie de pasos a seguir al verse inmiscuidos en una demanda ante los tribunales, abordando lo referente a medidas cautelares, intervenciones, pruebas, lectura fácil de los autos emitidos por el juez en cuestión, así como algunos precedentes en la materia. En ese sentido, sea usted defensor o una persona que tenga a su cargo a un niño, niña y/o adolescente, considero que esta guía práctica puede ser de suma utilidad para que nos informemos sobre los derechos y obligaciones que abrazan este tipo de asuntos. Enhorabuena por la cultura jurídica.
En 2015, cuando Jack Dorsey se reincorporó a Twitter como su director ejecutivo interino, alabó la aplicación con un fervor casi religioso, llamándola “lo más parecido a una conciencia global”.
Sin embargo, el lunes, Dorsey abandonó el púlpito. Dimitió, diciendo en un correo electrónico a los empleados de Twitter que creía que la empresa debía “valerse por sí misma, libre de la influencia o dirección de su fundador”. Anunció que Parag Agrawal, director de tecnología de Twitter, asumiría el cargo de director ejecutivo, mientras que Bret Taylor se convertiría en el presidente de su consejo de administración.
En cierto modo, la salida de Dorsey está lejos de ser sorprendente. Se ha enfrentado durante más de un año a la presión del inversor activista Elliot Management para impulsar el crecimiento de Twitter y mejorar sus resultados financieros. También ha estado dirigiendo Square, la empresa de servicios financieros de rápido crecimiento que cofundó, y siempre pareció que en algún momento decidiría que un puesto de director ejecutivo era suficiente. (En su correo electrónico, Dorsey afirmó que dejar Twitter fue su elección).
No obstante, a Dorsey y a algunos de sus compañeros magnates de la tecnología les pasa algo más. Parece que están aburridos e inquietos con sus trabajos y están saliendo en busca de aventuras.
El afán viajero de Jeff Bezos lo llevó a abandonar Amazon este año y a cumplir su fantasía de la infancia de ir al espacio. Los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, dejaron su puesto en 2019 y desde entonces invierten en proyectos futuristas como aeronaves y taxis voladores. Mark Zuckerberg sigue dirigiendo Facebook, pero ahora se llama Meta, y el gran eje del metaverso de la compañía parece estar diseñado en parte para infundir algo de novedad y emoción de nuevo en una cultura de gran empresa estancada.
Como escribió Peter Kafka de Recode a principios de este año, la gran oleada de salidas de ejecutivos de tecnología de este año refleja en parte el hecho de que los mayores gigantes de Silicon Valley son tan grandes y rentables que ya no necesitan fundadores visionarios al mando, sino solo gestores competentes que puedan mantener las máquinas de imprimir dinero en funcionamiento y evitar cualquier error catastrófico.
Pero también es un indicio de lo poco que parecen divertirse los titanes de la tecnología. Los fundadores de los principales gigantes tecnológicos de hoy se están cansando de gestionar sus imperios, cada vez más agobiados por la controversia política y los problemas difíciles de solucionar, como la desinformación y el discurso de odio. No ven una salida fácil y les entusiasma más construir cosas nuevas que arreglar las antiguas. Así que están entregando esos imperios a otros y partiendo en busca de nuevas fronteras.
Parece obvio cuál será la próxima frontera de Dorsey. Está obsesionado con el ‘bitcoin’ (es lo único que aparece en su biografía de Twitter) y habla de la criptomoneda y la web descentralizada con el tipo de celo que alguna vez utilizó para describir Twitter.