Fernando Islas
Lo sucedido el lunes pasado durante la conferencia matutina que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador es algo recurrente para el mandatario nacional. Temas externos al ejercicio público buscan ser vinculados o repercutir en la percepción que se tiene respecto a la eficiencia de la actual Administración federal, lo cual desde mi particular punto de vista es una estrategia gastada, pero en ocasiones eficaz al momento de buscar hacer tropezar a AMLO. Tomando en cuenta lo anterior, coincido en la necesidad de que lo público sea cada vez más público. La llegada del originario de Macuspana fue la consolidación de un movimiento cuyo motor principal fue y es la esperanza de un México diferente, con representantes populares, dignos y lejanos a lo que el viejo régimen nos tenía acostumbrados.
En lo personal, considero necesario que los hijos de Andrés Manuel sean los que den la cara ante los medios de comunicación. Su actividad empresarial no es un asunto de estado, pero si un asunto de moral pública. Para muestra, el debate en redes entre el actual titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez, y el periodista Julio Astillero, dicho sea de paso, un profesional de su área, promotor objetivo de la 4T y un defensor del titular del Poder Ejecutivo, siempre cercano a la verdad y lejos de cualquier incondicionalidad que de nada sirve en la difícil misión de transformar el país.
La verdad es que el crecimiento empresarial de los hijos de López Obrador es algo que nos tiene sin cuidado, siempre y cuando esta evolución comercial sea legítima, legal y sin influyentismo, mucho menos sacando partido de un programa federal que busca ser parte de un plan internacional para combatir el cambio climático. A manera de conclusión, reafirmo mi confianza en el Proyecto Alternativo de Nación que AMLO encabeza, invito a que los involucrados den la cara a los medios y que propios y extraños normalicemos el cuestionar a nuestros representantes y el ambiente laboral, profesional y personal que les rodea.