Francisco Pájaro Anaya
En estos días que pasaron, es como muy “tradicional” también escuchar leyendas o situaciones de miedo, de muertos, de cosas que no tienen explicación y que se trasmiten de generación en generación.
Así las cosas, en muchos lugares, se habla de la leyenda de la llorona, aquella mujer que perdió a sus hijos en la época virreinal y que, normalmente, se aparece en altas horas de la noche y cerca de los ríos, una situación que se ha venido comentando desde muchísimo tiempo y que causa extrañeza, curiosidad y, por qué no decirlo, hasta miedo, sobre todo porque pareciera que no tiene explicación alguna esta situación.
Todavía recuerdo que el finado Dr. Andrés Garrido del Toral, Cronista del Estado y de la Ciudad de Santiago de Querétaro, en alguna ocasión, narró la aparición de este personaje, que buscó al entonces sacerdote y posteriormente obispo de Querétaro, Mons. Marciano Tinajero y Estrada, quien era una persona muy apreciada y con mucha caridad cristiana en la capital del estado. Así las cosas, el cronista narraba cómo una noche fue a su casa a buscarlo y, siendo tan insistente, salió a atender a la mujer, vestida completamente de blanco y viendo al sacerdote solo alcanzó a decir algo y salió corriendo por la actual calle de Ocampo con el espeluznaste grito que se le suele escuchar y perdiéndose en la oscuridad de la noche.
En nuestra ciudad, por mucho tiempo, se escuchó también la aparición de este personaje femenino, el cual se aparecía en los rumbos de la antigua estación del ferrocarril, por la Calzada Hidalgo o en algunas calles cercanas al Río San Juan, pero todas las narraciones nos hablan de una bella mujer que vestía de blanco y que pareciera ser que llamaba para que la siguieran, todo esto a altas horas de la noche y en las calles solitarias de nuestro San Juan. Y cuál sería la sorpresa que, después que algunos parroquianos sí la seguían en un momento determinado, lanzaba su grito desesperante y triste y escapaba hacia la ribera del río, ocasionando un gran susto con quienes la seguían y con los vecinos que lograban escuchar ese grito y que, al día siguiente, comentaban: “ayer se escuchó a la llorona, Dios nos ayude”
Todavía en mi niñez, alguna ocasión escuche sobre a la aparición de este fenómeno en San Juan del Río, hoy, simplemente, ha quedado en leyenda y ya no he escuchado recientemente sobre su aparición; sin embargo, este tipo de leyendas son las que dan vida a las ciudades y a los lugares porque se logran identificar sucesos que no sabemos si realmente suceden pero que marcan la vida de los habitantes del lugar y que trasmiten esta situación de generación en generación.
MT