Roberto Mendoza
Todos lo sabemos: al presidente le gusta polemizar. La palabra por sí misma se refiere a lo hostil; viene de ‘polemos’, que en griego significa ‘guerra’. Ya he demostrado que el presidente usa la polémica de manera electoral, pero también, muchas veces, lo hace solo por el placer de fomentar el caos. Con una sonrisa, el presidente no pierde oportunidad para decir: “Qué bueno que hay polémica sobre esto”.
En últimos días, ha polemizado sobre el papel que supuestamente tuvo la UNAM en la crítica al sistema neoliberal, a las privatizaciones y al poco, según él, apoyo a las causas de la izquierda. Incluso dijo que lo que se necesitaba es que la UNAM recibiera una sacudida. Una vez más se equivoca el presidente. La UNAM como institución no puede declararse defensora de ninguna línea de pensamiento, pues en sus aulas se debate y enseña todo. Aunque cada profesor defienda y critique alguna corriente intelectual, es su obligación enseñar a sus alumnos reflexiones de todo tipo; ya será la vida y sus circunstancias las que se encarguen de terminar de formar a los profesionales, pero en la universidad, como su propio nombre lo dice, se enseña todo tipo de ideas.
Es la UNAM, donde orgullosamente estudié, la única universidad en el país que permite, en aras de la libertad y la discusión para solucionar los problemas internos, que sus alumnos tomen salones, hagan paros y huelgas aun con efectos nocivos para ellos mismos y para el prestigio universitario. Varias veces los egresados de esa casa de estudios han sufrido por encontrar trabajo debido a que muchos empresarios han pensado que todos los egresados son problemáticos.
El presidente sugiere que fue en una universidad privada donde se criticó al neoliberalismo debido, dijo, a que en la Iberoamericana surgió el llamado movimiento Yo Soy 132. Otra mentira, simplemente porque, por razones de cálculo político, el entonces candidato del PRI a la presidencia Enrique Peña y su equipo pensaron que en esa universidad tendrían un auditorio más cómodo y no se atrevieron a presentar su plataforma política en la UNAM; por algo sería.
Critica al exrector José Narro, porque dice que se refirió a los jóvenes como “ninis” y es verdad. En agosto de 2010, el entonces rector declaraba que “era una vergüenza que 7.5 millones de jóvenes no estudiaran ni trabajaran por falta de oportunidades para ellos; es que algo no anda bien”, aseguró. ¿Dónde está la mala referencia a estos jóvenes? Incluso el muy respetado doctor Narro hizo grandes esfuerzos por quitarle la mala fama a la Universidad y logró revertir ese efecto llevando a la máxima casa de estudios a los primeros lugares de las universidades en el mundo.
El presidente se pregunta ¿dónde están los economistas de la UNAM que defienden un modelo alternativo al neoliberal? Si se refiere al suyo, al que pretende imponer en la supuesta Cuarta Transformación, no hay en ningún lado, ni siquiera en su propio Gobierno, porque esta supuesta alternativa solo está en la cabeza del presidente; no hay una teoría clara, un estudio serio ni una nueva forma de pensamiento. Lo que parece que propone el presidente es un esquema viejo, que ya se comprobó en los años 70 y 80 de siglo pasado que no sirve y que además es muy proclive a la corrupción y a la oscuridad.
El presidente no sacude a la UNAM ni sacude a los pensadores, porque él no es uno de ellos. Sus políticas y sus acciones están basadas en creencias y en ocurrencias, que hoy nos salen muy caras y están dejando pobreza, muerte y destrucción para todos.