Alejandro Gutiérrez
En el mundo, el costo de la energía se ha disparado. Tratando de sobreponerse al confinamiento y a la brutal caída de las economías causados por la pandemia, los países enfrentan un problema adicional de cara a lo que, se prevé, será un invierno muy frío.
La principal fuente de energía está constituida por la que se genera por carbón, gas y derivados del petróleo, lo que ha incrementado las causas del calentamiento global.
En China se está racionando la electricidad, Europa está pagando precios altísimos por el gas natural, en España los recibos de la luz en un año caso se han duplicado y el precio de la gasolina en Estados Unidos casi se ha duplicado en seis meses.
Esto ha alentado a los países que cuentan con abundantes reservas energéticas para vender, como Rusia, que tendrá una buena fuente de ingresos con el nuevo gasoducto a Alemania, el Nord Stream 2, que incrementa las vías de exportación de gas y petróleo ruso a Europa.
Lo mismo ocurrirá con los países árabes petroleros y con Estados Unidos. Pero los países importadores verán afectadas sus recuperaciones pospandemia por los fuertes gastos que están obligados a efectuar.
Con las recientes elecciones en Alemania y la llegada de un nuevo Gobierno, existe una creciente oposición a la dependencia energética para con Rusia, a quien se acusa de haber manipulado los precios para generar una urgencia falsa de gas en el país teutón.
Es justo en estas coyunturas que muchos países vuelven sus proyectos a fuentes de energía renovables, como la solar y la eólica. En algunos casos ya se han efectuado fuertes inversiones al respecto, pero en otros la inversión ha sido menor o mínima.
Este es el marco en el que se pelea por la aprobación/desaprobación de la ley energética de nuestro país. Abandonadas las inversiones en el Golfo de México (algo de lo que Estados Unidos se está aprovechando), cerrar o restringir la inversión privada en la materia es simplemente demagogia, patrioterismo y ceguera, lo que nos condenará a cada vez ser más dependientes del exterior y a consumir energéticos caros, malos y contaminantes, manteniendo un parásito burocrático cada vez más caro y que tiene décadas de ser un barril sin fondo.