Hugo Lora
Rodeado de dictadores y autócratas, hemos visto a nuestro presidente en la última semana: primero, con la asistencia al desfile militar de Miguel Díaz-Canel, ‘presidente’ cubano, y, por último, la visita de Nicolás Maduro a la Ciudad de México para participar en la sexta cumbre de jefas y jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Sin duda debe de haber alguna razón detrás de estas peculiares visitas, porque la reacción que producen no es muy positiva en general, pero ¿cuál es?
Durante el desarrollo de la cumbre antes mencionada, nuestro canciller Marcelo Ebrard anunció la intención de proponer la creación de un organismo que sustituya a la Organización de los Estados Americanos (OEA), de la cual no son miembros ni Venezuela ni Cuba. El anterior es un mediador internacional en la región que busca asegurar soluciones pacíficas a los conflictos en el continente americano, consolidar la democracia y ayudar en el desarrollo económico. Desde su gestación, una de las críticas más grandes a la organización es su posible falta de independencia de la política exterior de Estados Unidos y sin duda es una posibilidad. En 2020 recibió más de 114 millones de dólares y nuestro vecino del norte aportó el 86 por ciento de este presupuesto.
Ahora la razón es mucho más clara. Tanto el presidente como su canciller quieren lograr constituir una organización en la que seamos los líderes. Seguramente habrá apoyo de los países antes mencionados y hasta de participantes fuera del continente como China y Corea del Norte. Pero es ingenuo pensar que su apoyo es gratis y, pensando en esto, ¿de verdad queremos que personas así tengan influencia sobre nuestros gobernantes? En este caso, yo preferiría ser cola de león que cabeza de rata.