Claudio Sarmiento
El pasado jueves por la tarde, en el Consejo Ciudadano de Urbanismo, fuimos convocados a una reunión con el Alcalde, la cual tomó lugar en el ‘lobby’ del Centro Cívico del municipio de Querétaro. Tratándose de un viaje de menos de media hora, había planeado usar mi bicicleta para transportarme de ida y vuelta de la breve reunión. Al final opté por pedir prestado el automóvil de la familia… ¿por qué?
Soy afortunado de tener bicicleta propia y de vivir en una ubicación central de la ciudad. Además, el recorrido que tenía estudiado hacía uso de calles locales y ciclovías en su mayoría. Aunque el factor que me desanimó a trasladarme en bicicleta fue la amenaza de lluvia, no fue la única. La falta de familiaridad con la condición de las calles, los tres cruces inseguros de vías primarias y la falta de vestidores en mi destino (para cambiarme de ropa sudada por el esfuerzo de subir pendientes de calle) ya complicaban mi decisión de viaje. En cambio, la ciudad se ha diseñado para no tener que preocuparme por las condiciones externas para mi tránsito vehicular: bacheo, vías rápidas, señalización, gasolineras y un amplio estacionamiento gratuito en Centro Cívico.
Mientras la ciudad se enfoque en dar facilidades para el automóvil, más personas tomaremos la decisión de usarlo. Inversamente, la ciudad apenas reconoce las necesidades ciclistas. Más que unas cuantas ciclovías, se necesita una gama amplia de infraestructura y servicios públicos que hagan la decisión pro-bici la más lógica y atractiva… aún con lluvia.