Roberto Mendoza
El presidente cree que el cambio que propone la 4T ya se encuentra en un movimiento inercial que va a terminar por sí solo, cambiando todo. Para entenderlo, pensemos que el Estado es un gran reloj de péndulo, la República es el hilo conductor y el Gobierno la masa que oscila. Antes de su llegada al poder había, según lo que asegura, un movimiento que tenía como motor la degradación, la corrupción y la ambición desmedida. Él, al llegar a la presidencia, paró con tan solo su voluntad esta inercia y, a través de su ejemplo, inició otro que tendría su propia fuerza y que, como una constante, irá cambiando poco a poco la vida nacional, su contexto, forma, valores y moral. ¿Es así?
En física, un péndulo simple tiene una fuerza y se mueve de manera constante y armónica, si lo transportamos a la ciencia social; el reloj de la Republica inició su historia moderna de manera balística hace poco más de 200 años, tuvo otro disparo hace poco más de 100 y poco a poco había ido convirtiendo un movimiento constante, aunque no tan armónico, más parecido al que propone Foucault, libre, pero siguiendo un patrón. Hoy, lo que propone el presidente es cambiar por un péndulo simple que poco a poco se mueva de manera amónica y que todos aceptemos su movimiento. Lo que ha hecho en realidad es colgar otro péndulo, convirtiendo todo en un movimiento doble y provocando que la 4T y todo el Gobierno sea un caos.
Teníamos un Gobierno que funcionaba. No quiero decir que fuera perfecto; se iba adaptando a los avatares de los acontecimientos nacionales y mundiales. El mundo se hizo global y México tuvo que participar. Hoy la tecnología, la comunicación instantánea, el conocimiento a la mano en todo el planeta y sobre todo la pandemia exigen un nuevo cambio. México se está quedando en el borde.
Hay tendencias mundiales que empujan al mundo no por imposición, sino por evolución, porque es necesario para la raza humana. El calentamiento global, el consumo responsable y la conciencia de un mejor ser humano no es una opción; es un paso que estamos dando como civilización. No podemos tener un regreso a la “vida ideal” que se planteaba hace 50 años solo porque es el sueño de unos cuantos viejitos que ahora gobiernan el país.
No es el momento de pensar que la inercia de un movimiento encabezado por un solo hombre va hacer diferente el país, porque cada día nos apartamos del gran salto de la evolución humana. No va a pasar por arte de magia, hay que hacer un plan de cómo vamos a dejar las energías fósiles, de cómo vamos a tener una mejor salud, de cómo vamos a tener una mejor educación, de cómo vamos a ser una mejor sociedad y no pensar que las cosas se van a ir resolviendo solas. Al final, nos ganará una inercia más grande y vamos a tener que cambiar sin saber por qué y cómo lo hicimos; seremos el apéndice de un poder más grande.
Este Gobierno va a pasar, se va a acabar. Lo que es muy preocupante es que nos centremos en peleas concéntricas que no nos llevan a nada. Preparémonos y entremos de lleno al movimiento mundial. Dejemos las pequeñas peleas del presidente a un lado y veamos de frente el futuro. Somos nosotros los que tenemos que construir. No podemos enfrentar el futuro polarizados, separados. No necesitamos un líder carismático que nos guíe; somos nosotros los que a diario estamos empujamos el cambio. Unámonos. Sí hay una inercia, pero es global y no se va a detener por un necio. Nosotros decidimos si nos integramos o seguimos viendo todo desde la orilla.