Javier Esquivel
A lo largo de la última década la imagen institucional de los gobiernos federal, estatales y municipales se ha convertido en una herramienta para generar identificar con el origen del partido que gobierna.
Buscar simetría con los colores partidistas o destacar el sello personal de las y los gobernantes en turno es la constante en uno de los ejes de su estrategia de comunicación de gobierno.
Quien no recuerda en todos estos años las imágenes del “La Águila Mocha” utilizada en el primer sexenio panista, la letra G enorme para dar énfasis de que toda acción de gobierno del Edomex se hacía en grande; el acrónimo CDMX en color rosa por toda en la capital mexicana y la sobre saturación del color verde en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
El uso de la imagen institucional ahora está construido como un enfoque más partidista y no como una herramienta de comunicación de gobierno que facilita al ciudadano tomar conciencia sobre las expectativas a cumplir de un gobierno, hacer explicita –gráficamente- la visión, el rumbo y la meta principal por alcanzar durante su periodo de ejercicio,
Se ha olvidado que la imagen podría acompañar y armonizar la comunicación entre ciudadanos y programas de gobierno, -y cuando hay logros y beneficios tangibles-, capitalizarla y traducirla en sentimientos que generar orgullo y pertenencia.
Sin embargo, una de las primeras acciones de los nuevos gobiernos será borrar la imagen y huella de sus antecesores y descartar toda imagen gubernamental anterior y en ocasiones eliminar también la marca ciudad y/o la marca turística sin importar si funciona o no como elemento para detonar confianza.
Ahora con la renovación de las 15 gubernaturas seguramente tendremos un color predominante, slogans de gobierno similares y en lo municipal centenares de alcaldías con sinfonía de tonalidades. Nuevos símbolos de gobierno que darán paso a un eterno comienzo, el reinventar nuevamente el gobierno como refiere Ugo Pipitone en sus obras.
En esta ocasión al menos hay una intencionalidad política en el cambio de imagen gráfica, pero en algunas otras hemos sido testigos que incluso en algunas entidades la imagen de un gobierno o de sus instituciones, su construcción no va acorde con la lógica de planificación y administración de expectativas de gobierno, sino que impera la ocurrencia. Lamentable ver que la imagen institucional se definida por concursos estudiantiles de diseño.
En la Ciudad de México comenzó ya con el cambio de la identidad gráfica. Se dejó atrás el verde luminoso que acompañó los programas y acciones de la ciudad durante la mitad del mandato. Se optó ahora por colores lejanamente percibidos como guinda- marrón.
Se pudiera pensar que la estrategia gráfica de los partidos ganadores en un ambiente de polarización tienda a homologarse y repetirse en cada una de las gubernaturas que tutela cada partido, La probabilidad de que esto suceda es alta, es una estrategia válida, legal y bien pensada en lo político pero alejada a la esencia y origen de una imagen institucional que conviva con la sociedad.
Todo es válido siempre esté en el marco de la ley. Sin embargo, cabe recordar que la imagen institucional debe ser coherente con identidad y percepción de un gobierno y con el ánimo social de la ciudadana, difícilmente pueden funcionar la una sin la otra. Las imágenes y colores pueden ser lo que menos signifique para la gente si no tienen un buen gobierno.
Apuntes del consultor
Francisco Domínguez rindió su sexto y último informe de gobierno ante el Congreso Local.
Durante su discurso hizo uso de una táctica de comunicación estratégica para el último año de gobierno: Subrayar el legado con una sólida narrativa: el pago de la deuda pública de Querétaro y dejar las finanzas sanas y, como remate subrayó sin mencionarlo tácitamente que deja en manos de su partido y en el nuevo gobernador un proyecto de continuidad del rumbo del estado. Sin duda bien capitalizado el evento de rendición de cuentas.
Vamos cómo se comunica el post informe y cuánto se invierte en la campaña final que refuerce su posicionamiento nacional.
Sin menoscabo de las formas ¿Cuántos de los gobernadores salientes quisieran repetir la fórmula de concluir con una aprobación favorable de gobierno?