Hay más atacantes hoy en día que defensores de la consulta popular. Seguramente veremos en breve encuestas de opinión sobre el efecto de estas voces discordantes
Javier Esquivel
Nuevamente, los mexicanos acudiremos a las urnas en este 2021. Esta vez, para ejercer un derecho a través de un ‘Sí’ o un ‘No’. Una convocatoria a la que la mayoría de la ciudadanía no está acostumbrada: la consulta popular. Recordemos que es el mecanismo de participación ciudadana en el que se tiene la oportunidad de opinar en torno a los temas de trascendencia nacional. Se han tenido varios escollos en materia de comunicación para realizar este ejercicio.
El primero de ellos: la dificultad institucional para explicar a la ciudadanía qué es la consulta, qué beneficios tiene a la sociedad, cómo funciona, cuándo hay que acudir a votar, pero sobre todo por qué no se realizó el día de la elección pasada. Posteriormente, varias voces de la clase política abonaron más a fragmentar la inercia de comunicación de la consulta. Se dedicaron más a buscar por todos los canales de difusión manifestar su acuerdo o desacuerdo, cuestionando el origen y la validez constitucional de la pregunta que se somete a consulta, pero no hubo voces que equilibraran institucionalmente el valor de la misma.
Hay más atacantes hoy en día que defensores de la consulta popular. Seguramente veremos en breve encuestas de opinión sobre el efecto de estas voces discordantes. En este escenario de retos comunicacionales por vencer serán más en la arena mediática también dividida que en la opinión pública, que todavía es ajena al tema.
El conflicto de narrativas y de voceros de ambas partes –que buscan el protagonismo poselectoral– se centran en las formas, en los contenidos de los trasfondos políticos, más que en el explicar que la consulta abre la puerta a un mecanismo de participación ciudadana directa que llegó para quedarse y que es perfectible en todos los sentidos.
La consulta es un primer ejercicio organizado por la autoridad electoral para hacer valida la opinión de los mexicanos, sin importar quién es el promovente. Sin embargo, hasta ahora, la difusión es débil, politizada, confusa o incluso mínima por parte del INE ante la proximidad de la fecha de su aplicación: 1 de agosto.
Las conversaciones y flujos de información originados desde la oposición hacia la consulta popular han girado en torno a la dificultad de llevarla a acabo, su costo, su politización, etc., pero no han podido explicar que para que se vinculante y con efectos legales se requiere al menos la participación de 37 millones de mexicanas y mexicanos.
A un mes de la consulta hay voceros que incluso se preguntan de quién es la responsabilidad de la difusión de la consulta, si del órgano electoral -que es el responsable de la organización, desarrollo, cómputo y declaración de resultados de la misma- o si la tarea debiera ser compartida con todas las instituciones y de la ciudadanía.
Las voces discordantes de promoventes de la consulta como de opositores denotan la aplicación de una débil estrategia para comunicar previo, durante y seguramente a la presentación de resultados.
A 30 días de la consulta popular hay mucho que hacer en materia de comunicación sobre todo de manera institucional y sin sesgos políticos, y una de esas tareas será convencer a la gente que vuelva a participar en las urnas con su opinión o como voluntario en la organización, recepción y contabilización de los votos.
Tarea nada fácil cuando el invitado a colaborar no conoce a qué lo están invitando y ante una no deseable tercera ola de contagios.
Los escenarios comunicativos de la consulta popular no son alentadores cuando la polarización es la narrativa que domina en torno al tema. Habrá quien celebremos que el ejercicio cívico fue un éxito solo por el hecho de tener un mecanismo más de participación, o quienes celebren políticamente que no hubo la participación esperada.
Apuntes del consultor
La participación ciudadana en la consulta popular en Querétaro es un elemento más para medir el desempeño de las instituciones electorales y/o de la buena o mala voluntad de muchas personalidades maquiavélicas locales.