Las elecciones que le han ratificado en el cargo han sido fraudulentas, la última en agosto de 2010 dejó fuera a la oposición de las boletas electorales y sólo pudo estar Svetlana Tikhanovskaya
Alejandro Gutiérrez Balboa
Alexander Lukashenko es el presidente de Bielorrusia. La noche del domingo 23 desvió y forzó el aterrizaje de un avión que cubría la ruta Atenas-Vilna, la capital de Lituania, cuando volaba territorio bielorruso, enviando un avión de combate y anunciando que se había reportado la presencia de una bomba, lo que resultó falso. Fue el pretexto para detener a un periodista opositor, Roman Protasevich.
Lukashenko inició su carrera en el ejército soviético. Luego formó parte del parlamento bielorruso cuando su país aún formaba parte de la URSS, fue el único diputado en oponerse a la disolución de la ex Unión Soviética. Al derrumbarse ésta e independizarse el país, el 20 de julio de 1994 se convirtió en el primer y único presidente que ha tenido Bielorrusia desde entonces.
Las elecciones que le han ratificado en el cargo han sido fraudulentas, la última en agosto de 2010 dejó fuera a la oposición de las boletas electorales y sólo pudo estar Svetlana Tikhanovskaya. Dijo haber ganado su sexta reelección con el 80% de los votos y la opositora tuvo que abandonar el país en medio de manifestaciones de rechazo masivas.
Las protestas fueron aplastadas por la fuerza y se documentaron cientos de casos de torturas a manifestantes, de los que al menos 25 mil fueron detenidos. Fue cuando Lukashenko colocó a Roman Protasevich en una lista de terroristas, ya que el periodista documentó los abusos y los fraudes del dictador. Abrió un canal digital que se volvió muy popular y que despertó las iras de Lukashenko.
El denominado último dictador europeo ha perseguido a la prensa que no le es incondicional y encarcelado corresponsales de medios internacionales, así como bloqueado la transmisión de agencias independientes.
Lukashenko se siente todo un Stalin y su último acto constituye nada menos que (ése sí) terrorismo internacional. La Unión Europea debe omitir el incondicional apoyo que recibe de su vecino Vladimir Putin y sancionarlo con tal severidad que la próxima se la piense dos veces. Además, debe ser puesto en libertad de inmediato un periodista víctima de un sanguinario y vengativo dictador.