Uno de los personajes franciscanos que visitaron nuestra ciudad fue el muy estimado fraile, Fray Antonio Margil de Jesús
Soy puro San Juan del Río
Francisco Pájaro Anaya
Twitter: @fcopajaro
Hace unos días tuvimos la oportunidad de celebrar el 170 aniversario del culto de Nuestra Señora del Pueblito en el Templo del Beaterio de Nuestra Señora de los Dolores, aquí en San Juan del Río, una celebración muy emotiva y sobretodo muy digna que fue presidida por el rector del Santuario de la Virgen del Pueblito, Fray Francisco Salinas, quien hizo el recuerdo de la presencia franciscana en este lugar y en San Juan del Río. Comentaba al final de la celebración con el padre que San Juan del Río le debe mucho a los franciscanos ya que ellos comenzaron la evangelización en estos lugares hace 490 años, sin embargo al secularizarse la Parroquia de San Juan Bautista haya por 1570, la presencia franciscana fue muy reducida en nuestra ciudad, sin embargo en el transcurso de la historia algunos grandes franciscanos estuvieron en nuestra ciudad dejando honda huella con los sanjuanenses.
Uno de los personajes franciscanos que visitaron nuestra ciudad fue el muy estimado fraile, Fray Antonio Margil de Jesús, quien en su paso hacia la ciudad de Santiago de Querétaro para llegar al convento de Propaganda Fide de la Santa Cruz, estuvo en San Juan del Río, hospedándose con las hermanas flores que habían fundado un pequeño colegio de niñas con inspiración franciscana, sin embargo, no tenían ninguna organización, por lo que el día 11 de agosto de 1683, Fray Antonio Margil funda lo que hasta el día de hoy es el Beaterio de Nuestra Señora de los Dolores.
Se cuenta que al momento de estar organizando el beaterio y admitir a las fundadoras como parte de la Tercera Orden de San Francisco, Fray Antonio dividió el terreno en donde se iba a construir el edificio para dar albergue a esta obra, así se decidió donde se iba a construir el templo, la portería, el claustro, la chocolatería, la enfermería, la huerta y el cementerio. Al llegar al área de la huerta y el cementerio Fray Antonio, para señalar la división de ambos, planto su báculo que lo acompañaba permanentemente en el suelo, y entre platica y platica lo dejó ahí olvidado.
A la mañana siguiente al buscar su báculo para poder continuar su camino, recuerda que lo dejó clavado para dividir el cementerio de la huerta y les pide a las hermanas que vayan a traérselo, sin embargo y para sorpresa de las enviadas, el báculo había dado retoños y se había convertido en un hermoso limón que con el transcurso del tiempo fue un árbol grande y maravilloso. Fray Antonio entendió que era una señal para la fundación que se estaba haciendo y decidió dejarlo y continuar su camino.
Por mucho tiempo este árbol dio frutos permanentes, los cuales se consideraban milagrosos, así como sus azahares, sin embargo en la última exclaustración del beaterio, los revolucionarios lo arrancaron de raíz, perdiéndose este bello árbol y parte de su tradición. Sin embargo personas piadosas de la ciudad conservaron retoños y uno de ellos fue el que se volvió a sembrar cuando regresaron las hermanas al beaterio allá por los años cincuenta del siglo pasado. Hoy un retoño de ese limón sigue produciendo sus frutos milagrosos y nos recuerda el paso de Fray Antonio Margil de Jesús por San Juan del Río.