En el ambiente se transpira la sensación que vendrán otros manotazos. Bukele le ha llamado a esto una “limpieza” y le ha exigido la comunidad internacional que no se entrometan en sus asuntos
Daniel Lizárraga
San Salvador, El Salvador.- La noche del pasado 1 de mayo, en la Asamblea Legislativa, la mayoría de los diputados pertenecientes al partido Nuevas Ideas (NI) guardaron un minuto de silencio. Su dirigente, Ernesto Castro, les pidió que oraran, que pidieran a Dios por el bien de este país. A partir de ese momento, quienes viven aquí deben someterse a sus designios porque son la viva encarnación del pueblo. La contundencia de su triunfo electoral del pasado 28 de febrero les dio el derecho de aplastar a quienes consideren como enemigos.
Para quienes han cometido delitos en el pasado, los procesos judiciales y, en su caso la cárcel, no bastarán: hay que acabar con ellos. En su doctrina, pensar distinto y manifestarlo en redes sociales o en público es pecado. En su doctrina, informar sobre abusos de poder, tráfico de influencias y desatinos es tanto como blasfemar. La propaganda es la única moneda de cambio.
Bajo su doctrina, las pecadoras y los blasfemos serán castigados con el escarnio público. Las opiniones y la información de medios de comunicación que apunten hacia algo que no sea apoyarlos merecerá la hoguera de las redes sociales a golpes de mensajes de odio, desprecio y burla.
No importa lo que digan o las pruebas que pueda mostrarse. Lo trascendente es atacar a quien emite el mensaje. Quienes opinan o publican noticias sobre lo que acontece en el gobierno emanado de la divinidad celestial únicamente quieren atacar al pueblo.
La madrugada del 1 de marzo pasado, recién cerradas las urnas para votar por la nueva asamblea legislativa, Bukele grabó un mensaje de voz que envió sus fieles: “(…) 75 por ciento de la votación en nuestro favor. Es sorprendente, increíblemente sorprendente, algo que de verdad solo puede venir de Dios y de este hermoso pueblo”. “(…) Este 28 de febrero quedará marcado en la historia porque este pueblo, con la ayuda de Dios, lo logró”.
Los equilibrios entre los poderes del Estado pueden concebirse en la medida que sean ocupados por fieles de la doctrina. Las leyes y la Constitución deben entenderse y ajustarse sus postulados, nunca a la inversa.
Bukele sembró su popularidad sobre el fango que dejó la corrupción y la tremenda mediocridad de gobiernos anteriores tanto de izquierda como el Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional (FMLN) y la derecha agrupada en ARENA.
El escritor salvadoreño, Horacio Castellanos Moya, ha descrito en su novela
El Asco ese sentimiento de rabia e impotencia ante quienes antes militaron en la guerrilla:
“(…) Y lo peor son esos miserables políticos de izquierda, Moya, esos que antes fueron llamados guerrilleros, ésos que antes se hacían llamar comandantes, ésos son los que más asco me producen, nunca creí que hubiera tipos tan farsantes, tan rastreros, tan viles, una verdadera asquerosidad de sujetos, luego de que mandaron a la muerte a tanta gente, luego de mandaron al sacrificio a tanto ingenuo, luego de que se cansaron de repetir esas estupideces que llamaban sus ideales, ahora se comportan como las ratas más voraces, unas ratas que cambiaron el uniforme militar del guerrillero por el saco y la corbata, unas ratas que cambiaron la arenga de justicia por cualquier migaja que cae de las mesas de los ricos (…)”
El Salvador se ha convertido en unos tres meses, en el país de un solo hombre. En el territorio donde no se moverá una sola hoja sin su venia. ¿Qué hora es? La que usted quiera, señor presidente, le dirán.
A la par del asalto al poder, se abrieron las audiencias públicas sobre el juicio en torno al caso El Mozote, donde militares asesinaron más de mil personas desarmadas -entre ellas decenas de niños y niñas- aquel diciembre de 1981 cuando los rabiosos uniformados, encubiertos por el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos, escribieron una de las páginas más atroces y negras en la historia de América Latina.
Al momento de redactar esta columna habían sido destituidos los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte y el Fiscal. En el ambiente se transpira la sensación que vendrán otros manotazos. Bukele le ha llamado a esto una “limpieza” y le ha exigido la comunidad internacional que no se entrometan en sus asuntos. Viva el Rey, muera el mal gobierno.