Es justo aquí donde radica la importancia de diseñar estratégicamente cada una de las etapas de un evento de esta naturaleza

Javier Esquivel 

Los debates están diseñados para sumar o restar votos; pero también para reforzar la confianza de las autoridades electores y lograr la participación ciudadana el día de las elecciones.

Uno de los momentos más importantes y estratégicos de las campañas electorales son los debates entre candidatas y candidatos. Para los institutos electorales representa la oportunidad para generar confianza institucional, demostrar equidad en la contienda, promover y colaborar con un voto informado y razonado, pero sobre todo motivar a que los ciudadanos voten el día de la elección.

En estos espacios de intercambio de ideas que son difundidos en plataformas multimedios son también, para los partidos, la oportunidad de mostrarles a los electores una faceta de su propia personalidad, posicionar sus propuestas, pero también para evidenciar el temperamento y capacidad de respuesta de sus rivales, características personales, que muy difícilmente los electores podrán ver en otros espacios de la campaña electoral.

Ni los ‘spots’ ni las entrevistas a profundidad ofrecen la oportunidad de hacer contraste, de polarizar, de generar y modificar emociones como en un debate electoral.  Por ello, se ha convertido en los últimos años en la herramienta de persuasión que más interés e impacto mediático genera.

Además, el encuentro es el momento de la campaña en el que más se puede captar la atención de las audiencias que desdeñan del todo el tema político y electoral.

Sin embargo, el modelo del primer debate entre candidatas y candidatos a la gubernatura de Querétaro organizado por el instituto electoral local y la Universidad Autónoma de Querétaro oscureció toda posibilidad de lograr niveles de audiencia aceptables y lograr los objetivos que hemos mencionado.

En primera instancia, el debate careció de la máxima publicidad y difusión para generar la expectativa en el elector. El formato impidió a las candidatas y candidatos de todos los partidos, sin excepción, exponer ideas, planteamientos y estrategias discursivas electorales.

Fue un formato muy rígido y cronometrado en exceso para la cantidad de personas que participaron en el evento.

Si bien es cierto que los partidos y los representantes de candidatas y candidatos aceptaron el formato, el instituto tiene la obligación de presentar ante ellas y ellos opciones que permitan exponer sus perfiles profesionales, sus propuestas políticas y que permitan contrastar ideas y posturas. Evidentemente no fue así.

Es justo aquí donde radica la importancia de diseñar estratégicamente cada una de las etapas de un evento de esta naturaleza. En el predebate se debe generar la atracción, la expectativa, despertar interés en el elector y emoción en el militante.

Durante el debate, que por lo general dura un par de horas, se pudo propiciar el momento para la ejecución de la estrategia electoral de los cuartos de guerra y otorgar la posibilidad de que cada uno de los candidatos y candidatas pudiera transmitir las emociones que motivan a un voto a favor o de castigo.

El momento del posdebate es el espacio propicio para subrayar aciertos y remarcar las diferencias entre cada uno de los competidores y competidoras en espacios mediáticos y digitales. Sin embargo, nada ocurrió así. El formato oscureció todo ello.

En lo que respecta a los partidos políticos, algunos olvidaron la estrategia que indica que el candidato que está posicionado por encima de las preferencias electorales tiene la oportunidad de colocar a sus competidores más cercanos en situaciones de mayor exigencia y evidenciarle al elector las razones por las cuales los segundo o terceros lugares no son opción viable para encabezar gobiernos o repetir en las diputaciones federales.

Olvidaron que es la oportunidad del puntero para dejar en claro quién marca el ritmo y quién fija los temas de la campaña para separarse definitiva de sus competidores.

Mientras que los competidores que no encabezan las preferencias electorales dejaron pasar por alto quizá su única oportunidad de contrastar y de poner a prueba el temple del candidato puntero. Quizá también fue la última oportunidad para atacar con ideas, propuestas, las carencias de su rival electoral. Pero sobre todo provocar el error emotivo en el puntero.

Las candidatas y los candidatos olvidaron que quienes no ocupan las preferencias de voto pueden hacer del debate el golpe de timón que necesita su campaña para conectar, comunicar y convencer a aquellos votantes que aún tienen duda sobre por quién votar. La oportunidad es única y muy valiosa. Una emoción televisada y bien canalizada es más efectiva que una propuesta electoral que tal vez nadie recordará.

No necesariamente quien gana un debate electoral gana la elección; sin embargo, sí son determinantes para modificar las percepciones y simpatías de los electores.

Un mal desenvolvimiento en un debate por falta de estrategia o por errores pueden restar hasta tres puntos porcentuales de intención de voto. Una óptima actuación en el debate afianza el voto duro y blinda de futuros ataques del rival.

Lo que queda claro es que la organización de los debates electorales en el estado de Querétaro para la gubernatura, pero sobre todo para ocupar la diputación del Distrito II federal, quedaron lejos de cumplir con sus objetivos institucionales y de estrategia partidista.

Se perdió la oportunidad de generar una buena primera impresión, que es la que cuenta. Se permitió un formato magro, gris, de color oscuro como la vestimenta de las moderadoras, candidatas, candidatos que opacaron y enlutaron la proyección de una imagen física ganadora justo cuando más brillantez se requería como parte importante del ‘marketing’ político para posicionar atributos personales.

El primer debate tuvo matices oscuros en los que se llenaron de interrupciones de las moderadoras y de micrófonos apagados al terminarse los escasos segundos para responder; negros y oscuros como la propuesta de colocar listones en los árboles muertos.

Oscuros fueron también los minutos en los cuales las candidatas y los candidatos tuvieron que leer sus intervenciones y hasta sus tímidos y mal colocados ataques. Pero nada más oscuro que buscar la reelección legislativa en el Distrito II federal de Querétaro y no presentarse al debate bajo argumentos partidistas que poco valor tienen para el elector, para los ciudadanos y para la Cámara de Diputados de nuestro país.