En lo que va de este sexenio el presidente pareciera que no tiene freno
Roberto Mendoza
El presidente se queja porque asegura que es el más atacado de la historia, si se oye la radio, se prende la televisión, o se lee casi cualquier diario, dice, siempre habrá comentarios en su contra, acusa que los periodistas retoman muy pocas veces sus argumentos y que la gran mayoría de los articulistas lo critican. Incluso el presidente ha pedido, a las personas que van a su conferencia mañanera que hagan un análisis y comprueben lo que dice. Sería interesante que el presidente considere que si en casi todos los medios lo juzgan, a lo mejor sería bueno pensar que quien está equivocado es él. Si casi todo el mundo lo critica y duda de sus políticas ¿por qué no hacer caso? ¿Por qué pensar que es él quien tiene la razón y los demás, somos los que estamos errados?
El síndrome de Hubris, deviene de la palabra griega “hibris” que significa exceso, arrogancia o desmesura. No es propiamente una enfermedad, aseguran los expertos, sino un trastorno adquirido que está ligado a líderes que creen saberlo todo, que suponen pueden hacerlo todo y a lo largo de esta afección del carácter pierden empatía y capacidad de autocrítica. Lo importante es que tiene cura, según varios científicos, lo único que se requiere para no tener esta afección es: no tener poder.
En lo que va de este sexenio el presidente pareciera que no tiene freno, los cambios constitucionales han cambiado la manera de hacer negocios en el país, los empresarios, desconfían del esquema legal y no encuentran certidumbre para invertir su dinero, algunos cambios constitucionales nos han prendido las alertas frente a una posible acoso e intromisión de nuestra vida privada y libertad a través de un instrumento de uso diario, nuestro teléfono celular.
Otro cambio constitucional ha probado que los términos de mandato en puestos de poder se pueden prolongar de manera fácil, aunque se viole la ley, porque el fin justifica los medios. Por el otro lado, el supuesto combate a la corrupción importa más que la vida niños y adultos con cáncer o con diabetes. Incluso la enorme confianza a sus ideas y la implementación de supuestas soluciones importa más que el combate efectivo a una pandemia mundial. ¿Cuál es el límite del presidente? ¿Cuál es el otro poder en el país que pudiera ser su contrapeso?
Los medios no tenemos poder, los medios no manejamos a la policía ni el ejército, no tenemos presupuesto público. Las opiniones se defienden con tinta, las ideas son a título personal, en los medios aparecen nuestros nombres, Hacienda sabe nuestra dirección, nadie en un medio tira la piedra y esconde la mano.
El supuesto cuarto poder no lo ejercen los periodistas, son los lectores, los radioescuchas, los televidentes, los usuarios de las redes sociales, las personas que se detienen a ver un video desde algún streaming. Si acaso el presidente se siente agredido por los medios no ve la gran foto, sino una pequeña parte.
Los medios están llenos de ciudadanos que somos de lo más común, nos damos cuenta de la inflación porque nosotros compramos lo que hace falta, vamos por la calle, en el transporte público, en la fonda, y oímos los comentarios sobre el gobierno, sabemos lo que piensa la gente porque somos uno de ellos. Nadie ataca al presidente porque la función de los medios no es esa, nadie gana una guerra a periodicazos, ni con saliva e imágenes. Medio de comunicación que miente se condena al fracaso, pero con los políticos no es igual ¿Verdad, señor presidente?