Los golpes mediáticos que aparecen justo en la escena de las campañas electorales son el camino menos recomendable en materia electoral
Javier Esquivel
Los medios de comunicación se han convertido en el campo de batalla en la que se despliegan las estrategias de poder y de las campañas electorales. Existen equipos de campaña que prefieren destruir reputaciones en lugar de construir, comunicar y convencer con propuestas y soluciones.
Generar una percepción de malestar en los electores sobre algún candidato o candidata y ahondar en la difusión de la noticia a través de los medios, se ha convertido en una de las tácticas mediáticas de contraste más recurridas en México en los últimos años con efectos nocivos inmediatos, pero peor aún, avanza a pasos agigantados a transformarse como la única forma rentable para hacer campañas políticas cuando se va perdiendo en la intención de voto e incluso en la forma de atacar a un gobierno bien avaluado.
La primera consideración al respecto es que los equipos de campaña, muchas veces mal asesorados, no están preparados para documentar y contrastar propuesta, sino que utilizan la difamación, diatriba y muchas veces el engaño para dañar la reputación de su rival, como última instancia para ganar, sin considerar los daños que generan a la construcción de ciudadanía y de una comunidad bien informada que piensan a futuro gobernar.
Por otro lado, los equipos receptores del ataque en medios difícilmente cuentan con planes de contención de daños y de crisis para evitar un desgate innecesario y proteger la reputación de su candidato y de su partido proyectándolos como inviables para ser electos en ese momento y para futuras ocasiones.
Los golpes mediáticos que aparecen justo en la escena de las campañas electorales son el camino menos recomendable en materia electoral y mucho más en medio de una pandemia. Sacar a la luz eventos que, bajo otras circunstancias, no hubieran salido, genera los siguientes efectos:
Bajo interés y participación en los asuntos públicos. El impacto que se podría generar en el electorado para restar votos a los rivales y destinatarios de los golpes mediáticos incide proporcionalmente en la participación ciudadana el día de las elecciones. A mayor golpeteo, menor asistencia a las urnas. En las últimas elecciones en América Latina se percibe que cuando la guerra mediática es atacar a las personas y no a las ideas, se desalienta la participación el día de la votación.
Se genera desconfianza en el árbitro electoral y las instituciones electorales. Si bien es cierto la normatividad en muchos países, incluyendo México, no apunta específicamente sobre la legalidad del uso de tácticas de inteligencia y contra inteligencia mediática. Estas batallas en los medios -y no en las instancias legales- genera la percepción de que es una contienda electoral donde se vale todo lo que no está prohibido desvirtuando así las plataformas políticas y propuestas de los candidatos.
En diversos foros académicos internacionales donde se aborda y estudia el tema de las campañas negativas a través de los medios de comunicación se ha condenado está práctica, sin embargo, no existe evidencia sólida de legislación para evitar estas confrontaciones.
En este proceso electoral 2021 para renovar gubernaturas en México los golpes mediáticos ya están en escena y su presencia está acompañada de noticias falsas y de millones de spots electorales de radio y de televisión.
El efecto de toda esta lluvia de mensajes y construcción de percepciones no precisamente será la mejor herramienta para garantizar al ciudadano y los electores la información necesaria para un voto bien informado y libre de sesgos.
Si lo que se busca es recuperar la confianza de los ciudadanos en los candidatos y sus partidos políticos, la guerra mediática no es la solución más efectiva. Si lo que busca es frenar a su contrincante para ganar una elección, recuerde el costo del efecto bumerang que ello implica para todos los actores políticos, sociedad e instituciones electorales e incluso para el ganador y beneficiado de esta acción.
Afortunadamente hoy en día son cada vez más los electores asiduos a la lectura y consumo de noticias capaces de detectar inmediatamente la naturaleza e intenciones de cada uno de dichos ataques para normar su criterio.