Millones de rusos murieron víctimas del sanguinario sistema de represión soviético, sobre todo durante las tiranías de Lenin y de Stalin
Alejandro Gutiérrez Balboa
Dos sanguinarias ideologías marcaron al siglo XX. Hoy, Alemania sigue limpiando las culpas del nazismo y repara en lo posible los daños a sus víctimas, siendo ejemplo de libertades democráticas y defensa de los derechos humanos. Pero Rusia no.
Los horrores del comunismo fueron denunciados desde los primeros días, cuando Lenin y su camarilla se hizo del poder en 1917. Numerosos exiliados y testigos notificaron con toda puntualidad la creación de la terrible policía política, la cheka, después KGB. Fue el principal instrumento del terror con el que gobernó el comunismo.
El establecimiento del gulag, con su red de campos de trabajo forzado, la eliminación de cualquier tipo de oposición o independencia de pensamiento, los fusilamientos, el hambre, el desplazamiento de poblaciones y etnias enteras, a pesar del silencio de la mayoría, fue documentado puntualmente y con toda precisión por numerosos testigos, destacando Varlam Shalamov y Aleksandr Solzhenitsyn (Premio Nóbel), entre muchos.
Millones de rusos murieron víctimas del sanguinario sistema de represión soviético, sobre todo durante las tiranías de Lenin y de Stalin. Hoy, que desapareció el sistema, los herederos de las víctimas se han dedicado a investigar, a sacar a la luz la verdad de lo acontecido a sus abuelos y bisabuelos.
En Rusia ha surgido una asociación de familiares de víctimas del comunismo, exigiendo reparaciones por los asesinatos y los atropellos a sus más elementales derechos humanos. No basta que unos pocos hayan sido rehabilitados, como se empezó a hacer desde la época de Kruzhov. Se trata de exigir del gobierno ruso reparaciones, como las que Alemania efectúa con las víctimas del nazismo.
Poco a poco se documentan la verdad de las víctimas, los nombres de los victimarios, las circunstancias de sus muertes o exilio y todos los abusos que tuvieron que sufrir. La verdad siempre termina por surgir, sin importar que los gobiernos levanten monumentos a los tiranos, falseen la historia, enseñen a los niños verdaderos mitos y sostengan héroes de paja.