El eterno dilema en el mundo del diseño: forma o función.
Raúl Lorea
Cuando se creó la carrera de ingeniería civil en México se enfocaron en diseñar edificios más funcionales y menos artísticos, es decir, separaron la técnica del arte. A partir de entonces existe el debate entre los edificios feos, los bonitos, los que funcionan y los que no funcionan.
Puede un edificio ser feo y no gustarnos, pero si funciona para lo que fue diseñado entonces es útil. La arquitectura pierde valor cuando deja de ser útil, así, si diseñamos un edificio hermoso que no ofrece ventajas en su interior, éste podría ser rechazado y entonces perdería su valor.
Hacer arquitectura es poder diseñar un proyecto que tenga un valor artístico pero también un gran valor funcional, que las personas realmente lo disfruten y se apropien de él.
Si hablamos de una casa, debe ser una vivienda que tenga las condiciones ideales que sus habitantes quieren, personalizada, que les motive a disfrutarlas y que potencie su sentido de pertenencia. (Por eso no nos gustan las casas en serie).
Ahí radica la importancia de conocer para quién diseñamos, porque muchas veces, en la búsqueda de lograr ese proyecto “de revista” le restamos prioridad al usuario, deshumanizando la arquitectura.
Aprovecho para agradecer y externar todo mi respeto al Dr. Alejandro Padilla y al personal de enfermería del Centro Médico del Bajío, quienes las últimas 2 semanas estuvieron a la altura de las circunstancias y sin ellos, tal vez usted no estaría leyendo esto.