Hace algunos días, entre los anaqueles y libreros de su humilde morada, es que me reencontré con una vieja lectura, una revista de inmobiliaria
Lisandro Meza
Cuántas veces no nos ensombreciesen las preocupaciones de la vida, el trabajo, la familia, la economía y ahora la muy agotadora pandemia, que nos olvidamos de detener un poco nuestro andar y con el simple hecho de mirar atrás y quedarse a contemplar las huellas, entretengamos nuestra alma y reencontremos nuestra particularidad.
Hace algunos días, entre los anaqueles y libreros de su humilde morada, es que me reencontré con una vieja lectura, una revista de inmobiliaria, fue realmente sorprendente encontrarme varios ejemplares de dicha editorial y más aún porque desconocía el motivo por el cual guardé varios de sus ejemplares, pues eso de ver estrategias de mercadotecnia finamente trazadas para la venta de nuevos lotes residenciales, no creo que fueran de mi gran interés en el año 2009; sin embargo me di la oportunidad de ojear la misma y vaya maravilla que encontré.
A un apasionado joven escritor anónimo, que narraba con fino toque de detalles su pasión por la degustación de vinos tintos, que maravilla fue trasladarme a ese universo alterno, en que con gracia hablaba de la tierra firme y pura, que cobijaba al anciano entusiasta, entre los matices de un firmamento glorioso, teñido de sabores y colores, un dulzor de tinto famoso producto de la vid.
Es impresionante que con el simple hecho de leer una breves y emotivas prosas, te puedas perder y divagar entre mágicos espacios bañados de color, sabor y olor de una narrativa encantada y así entretenerte por horas, con la descripción de la cava de un supermercado; que agradable es entre líneas visualizar el desprender de un corcho y mediante una simple explicación culinaria, querer viajar a mis adentros por el fin de semana, comprar tan magna botella y con la receta de tomates al grill, martajados con un poco de albahaca, aceite de olivo, pan y camembert disfrutar mi próxima velada.