Enrique Álvarez Garibay
@alvarezgaribay
En México hay dos equipos de futbol que son relevantes en el plano nacional: América y Chivas. El resto de participantes no cuenta con arraigo y rentabilidad en la totalidad del territorio nacional (en este último renglón están incluidos Cruz Azul y Pumas).
Hay un equipo que en la más reciente década ha puesto los cimientos para ser un equipo grande: Tigres. Ha ganado cuatro campeonatos de Liga en los últimos seis años, jugó la final de la Libertadores 2015, ganó la más reciente Liga de Campeones de Concacaf y ha llegado a la Final del Mundial de Clubes, algo que ningún equipo mexicano había conseguido.
Individualmente, tiene el mejor jugador de la liga mexicana en los últimos años (Gignac), cuenta con extranjeros que han sido mundialistas por su país, y ha repatriado a mexicanos que han ido a Europa.
Y a pesar de todos estos estímulos positivos, no hace un solo esfuerzo por crecer mediáticamente para posicionarse como un gigante del futbol mexicano. Su potencial (que es importante decir que es impresionante en Monterrey) no es llevado a estados donde no hay futbol de Primera División. Sus actitudes y declaraciones, en lugar de atraer afición, hace que se aleje y que el equipo sea percibido como antipático.
¿Qué percepción tendríamos de Tigres si se hubiera solidarizado unos minutos más con Veracruz? ¿Qué opinaríamos si sus jugadores hubieran declarado que querían poner en alto el nombre de México en el mundial de clubes? ¿Qué pasaría si la directiva no solapara las actitudes contrarias al Fair Play que constantemente hace Nahuel Guzmán, uno de sus líderes en el campo?
Tigres tiene todo para ser un gigante del futbol mexicano. Hace falta que se la crean. O que quieran.