La semana que inicia el 15 de febrero, llegarán a México 490 mil dosis de Pfizer que estaban pendientes
Daniel Lizárraga
En seis días, las personas mayores de 80 años empezarán a ser vacunadas contra el virus SARS-CoV-2. Además, a partir de ese momento, ya habrá sido inmunizado todo el personal médico; tanto quienes han estado en la primera línea combatiendo la pandemia, así como aquellos que han atendido a los pacientes con otras enfermedades.
Por ello, el martes 16 de febrero sería una fecha importante. La campaña de vacunación entraría a la segunda etapa, según el programa oficial del gobierno titulado “Política Nacional de Vacunación contra el Virus SARS-CoV-2, para la Prevención de la COVID-19 en México”
Pero esto solo existe en el papel. Al momento de escribir esta columna -el lunes 8 de febrero por la noche- todavía no pueden fijarse los puntos de vacunación, ni mucho menos los horarios de atención. La meta, lamentablemente, se observa lejos.
Lejos, porque el registro de los adultos mayores en la página web abierta por el gobierno llevaba apenas un avance del 27% respecto a un segmento poblacional estimado en 14 millones -los mayores de 60 años-.
El plan de las autoridades es llevar los centros de vacunación hasta los sitios más cercanos a cada familia. Pero llegar a buen puerto no está a la vista porque las vacunas se han retrasado por circunstancias externas como, por ejemplo, darles prioridad a los países sin dinero para firmar acuerdos con las farmacéuticas.
La semana que inicia el 15 de febrero, llegarán a México 490 mil dosis de Pfizer que estaban pendientes. El convenio inicial con ese laboratorio fue de 24.4 millones de vacunas. Hubo dos semanas de retraso.
La velocidad de los contagios siempre ha sido superior a la capacidad de los gobiernos, en cualquier parte del mundo, para organizar a la gente y, sobre todo, conseguir las vacunas.
Esto, lamentablemente, será una constante quizá por el resto de este 2021. La sana distancia, el lavado de manos, el no salir de casa salvo que sea indispensable y usar el cubrebocas seguirán siendo vitales para mantenernos a salvo, hasta en tanto llegue el momento de vacunarse.
El cubrebocas no es una opción; hay que usarlo en los taxis y en el transporte público. También hay que colocárselo cuando vamos al supermercado.
Es largo el camino para conseguir la inmunidad de rebaño y corto el tiempo para salvar vidas a través de las medidas que sean necesarias. El cubrebocas molesta porque no se escucha con claridad a la gente y no deja respirar. El cubrebocas enfada porque empaña los anteojos y la cara suda. Pero no hay opciones; es sí o sí.
Por ello, sería buena idea que el presidente López Obrador mostrara un poco de empatía. No se trata de darle la razón los conservadores. Usar el cubrebocas por parte de López Obrador sería un “estoy con ustedes”.