El nombre, Sputnik V (vacuna Sputnik), surgió con un claro propósito propagandístico que evoca los tiempos de la lucha de la guerra fría.
Alejandro Gutiérrez Balboa
El pasado agosto, el presidente ruso Vladimir Putin anunció la primera vacuna rusa contra el Covid-19, presumiendo que se trataba de una “bastante efectiva, que ayuda a desarrollar inmunidad y que ha pasado todas las pruebas necesarias”.
Para ese día, los científicos rusos ni siquiera habían publicado las pruebas de Fase I y II, que examinan la seguridad y eficacia de las vacunas en un número limitado de voluntarios. Tampoco habían iniciado la Fase III, que se refiere a pruebas en un número mayor de personas. Estas fases son obligatorias para todo proceso farmacéutico que busque patentar un medicamento, obtener su aprobación para su venta.
Putin hasta presumió que la vacuna se había aplicado en una de sus hijas. El nombre, Sputnik V (vacuna Sputnik), surgió con un claro propósito propagandístico que evoca los tiempos de la lucha de la guerra fría.
Los primeros días de septiembre, científicos rusos presentaron en la revista especializada The Lancet los resultados combinados de sus experimentos en las Fases I y II de sus vacunas, efectuados en 76 participantes humanos. Pocos días después, el 9 de septiembre, 26 científicos (cuyo número luego aumentó a 40) firmaron una carta abierta poniendo en duda la confiabilidad de esos resultados, sobre todo porque la respuesta inmune de los pacientes era casi idéntica, algo altamente improbable. Calificaron los análisis y estudios rusos de descuidados o hasta manipulados. La Fase III ni siquiera ha sido presentada, pese a lo cual los rusos ya están elaborando y vendiendo su vacuna a varios países.
Los laboratorios que están produciendo otras vacunas, o en la fase terminal de sus estudios previos a producirla, han seguido escrupulosamente los requisitos. Ciertamente que se trata de una competencia global, todos quieren ganar preeminencia en el mercado y que su producto sea el más vendido. Pero no todos han respetado las reglas del juego.
Finalmente, Lancet ha publicado que Sputnik V es confiable en un 91.6%, pero faltan pruebas con adultos mayores de 60 años y su aprobación por las autoridades sanitarias europea y norteamericana.