En la reciente elección en los Estados Unidos se evidenció que los factores reales de poder organizado dejaron de apoyar a Donald Trump
Daniel González Rivas
Ferdinand Lasalle señaló que una constitución, en sentido real, es la suma de las voluntades de los factores reales de poder de una sociedad. Y cada que se presenta cualquier tipo de proceso electoral eso se corrobora; el candidato que suma los factores más poderosos y en mayor número, gana la elección. Ello también permite ver que es saludable el cambio de quienes ocupan las posiciones de poder de cualquier nación cada cierto tiempo; la acumulación del poder es variable y demanda que los gobiernos se ajusten a la voluntad de los gobernados. De lo contrario la ingobernabilidad aumentaría hasta hacer necesaria una revolución.
En la reciente elección en los Estados Unidos se evidenció que los factores reales de poder organizado dejaron de apoyar a Donald Trump. Por ello, aunque cuenta con un apoyo popular muy numeroso no le alcanzó para derrotar la capacidad de influencia de actores como el ejército, las agencias de seguridad, los gigabancos de Wall Street, las grandes empresas de informática y tecnología, entre otros. Y después de la elección el apoyo le fue retirado incluso por parte de sus propios aliados y colaboradores. El apoyo del pueblo en general nunca es suficiente si este no se organiza para trabajar estratégicamente. Por ello las revueltas de los seguidores de Trump no han pasado de ahí, ni se prevé que puedan pasar si las fuerzas armadas se mantienen del lado del gobierno institucional.
En lo que respecta al nuevo presidente, Joe Biden, tenemos que sí cuenta con el soporte de gran parte de los factores de poder tradicionalmente organizados. Por lo que, con una buena dosis de efectividad en el gobierno, debería hacerse de los niveles de legitimidad y gobernabilidad necesarios para transitar su administración sin mayores sobresaltos. En cuanto a lo que se puede esperar del nuevo gobierno se puede decir que los cambios serán notorios. La cosmovisión del grupo de Biden ya la conocemos, es la misma del gobierno de Barack Obama. Es la misma de la globalización liberal impulsada por los demócratas en las administraciones que antecedieron a Trump. Por lo que los ganadores del premio mayor son los grandes bancos, las grandes de Silicon Valley, el complejo militar industrial, entre los más destacados apoyos de Biden y su grupo.
En lo que se refiere a México, encontraremos que el trato será más amable pero no por eso menos gandalla. El hecho de que las políticas cambien no se deberá a una mayor sensibilidad sino a que la ideología y los intereses que enarbola el nuevo gobierno difieren del anterior. Trump es un nacionalista, supremacista y fajador; mientras Biden es un globalista, liberal y partidario de la diplomacia. Por lo que, si bien la globalización como la entienden los demócratas ya no será posible debido a que hay otras potencias emergentes que ya no permiten el dominio exclusivo de los Estados Unidos, México no podrá escapar de la jaula geopolítica a la que lo condena su vecindad con esa potencia. El tratado con Canada y Estados Unidos será la piedra angular de la relación. La defensa de los intereses de los Estados Unidos en la región será implacable.
En cuanto a la 4T y su líder, la derrota de Trump es una mala noticia. El presidente y la cancillería intentarán tender puentes con la nueva administración pero el choque ideológico y de intereses se irá haciendo notorio con el paso del tiempo. Será inevitable que el pensamiento nacionalista e izquierdista de López Obrador choque con las pretensiones regionalistas del gobierno y empresas transnacionales de los gringos. Gran parte de la élite política y económica mexicana, hoy confrontada con López Obrador, se congratula por esta circunstancia. Es de esperarse que comiencen a operar con ciertos apoyos del gobierno y empresarios vecinos para minar la legitimidad del actual régimen. Lo lógico es que busquen para México una administración que comulgue son su cosmovisión e intereses. La estrategia del gobierno mexicano actual será ceder lo menos posible y mantener la mayor autonomía manejable. Veremos cuanto apoyo logra obtener la 4T del mayor factor real de poder que opera sobre nuestro territorio que es el conjunto de elementos del gobierno estadounidense. Por nuestra historia reciente, es factible que López Obrador termine igual que Trump, con un gran apoyo popular pero sin el soporte de los factores reales de poder regularmente organizados. Ahora, en un escenario adverso, es cuando se verá su capacidad de operar políticamente.