El éxito deportivo eleva la productividad de los países de los medallistas.
Enrique Álvarez Garibay
Hay un evento que nos atrae por igual al 99% de las personas del mundo: Los Juegos Olímpicos.
La variedad de los deportes que ofrece hace que encuentre un nicho de atracción para prácticamente cualquier persona. Durante un mes, se unifica el tema de conversación en todo el mundo.
El riesgo de la cancelación de los Juegos Olímpicos, sin embargo, no solo afectaría al mundo deportivo. La economía de toda la industria de entretenimiento, viajes, hospedaje y merchandising que rodea al evento es mundial.
Un segundo factor a considerar es la influencia cultural. La obtención de una medalla genera buen animo y orgullo en la población. El ver a un compatriota triunfando eleva el animo y la eficiencia en el desempeño laboral de la gente. Esto no lo digo a la ligera. Este fenómeno ha sido estudiado desde los juegos olímpicos de Barcelona en 1992, y en cada edición los resultados son los mismos. El éxito deportivo eleva la productividad de los países de los medallistas.
Y vayamos a un tema de aprendizaje: Si hay un país donde las reglas se siguen y se puede probar si podemos desarrollar actividades, ese es Japón. Los Juegos Olímpicos de Tokio serían, de realizarse, el laboratorio perfecto para determinar el grado en el que podemos reactivar actividades de la mano del Covid, que sin duda, llego para quedarse y debemos de aprender a vivir con él.
Deseo fervientemente que este sea un año olímpico. Deseo que podamos tener un mes donde las gestas deportivas nos hagan dejar de lado los problemas y el dolor que ha traído la pandemia. Si las condiciones lo permiten, que se encienda el pebetero.